El compañero Ramón Renedo se suma al blog desde su estancia nórdica. 

 

De rumores y nombres

 

                Confesaré, con el permiso de los autores del blog. Porque no siempre las meteduras de pata profesionales son inducidas externamente. Ni siquiera vienen dadas por la bisoñez del joven periodista. No; en ocasiones sólo se deben a la ingenuidad o la irreflexión.

 

                Les explico. Soy fotógrafo de prensa. Por otros nombres: reportero gráfico, fotoperiodista, “fotero” o “el chaval con melena y cámara”. La fecha exacta y los nombres propios de esta historia no son demasiado importantes…

 

                Cierto día salía del laboratorio tras recoger unas copias (eran esos tiempos) y me dirigía a la redacción cuando me topé con un antiguo y viejo militante ecologista local. Saludos de rigor y conversación típica e intranscendente dieron paso al sempiterno tema de Gallecs. Ya saben, ese esplendido enclave natural y agrícola, pequeño oasis en un entorno urbano e industrializado del Vallés Oriental.

 

                Comentaba mi interlocutor las últimas novedades y las –a su entender- insólitas propuestas del PSC entre ellas la construcción de un helipuerto aprovechando la ”pista” de aviones teledirigidos que ya funcionaba. Risas y algún comentario jocoso en una charla informal y no profesional.

 

                Entonces cometí un error, aunque en ese momento no fui consciente de ello. Comenté a mi interlocutor algo así como ”un día de estos nos sorprenderán y dirán que trasladan la cárcel Modelo allí para que los presos disfruten del paisaje”. Celebramos la ocurrencia porque al fin y al cabo era una broma de tantas que todos hacíamos sobre el tema.

 

                Me olvidé por completo del asunto. Pasaron los días y- como el resto de colegas- fui convocado para cubrir el Pleno Municipal correspondiente. Uno de esos actos que no tienen más emoción que encontrarse con la tropa, intercambiar miradas y comentarios cómplices con los colegas y gastar carrete (ya he dicho que eran esos tiempos) buscando un improbable lado bueno de los próceres locales. Lo que se dice un aburrimiento.

 

                El pleno transcurrió tranquilo: un par de batallas de egos, somnolientos cruces de acusaciones e interminables tecnicismos. Llegó el turno final de ruegos y preguntas con el flash ya desmontado y la bolsa esperando la cámara cuando pidió la palabra el portavoz y dirigente de un grupo de la oposición.

 

                Lo reconozco, creí morir. Porque tras una breve y tensa introducción el político espetó la siguiente pregunta cuyo tenor reproduzco con toda la fidelidad que me es posible: ”?Qué hay de cierto en la información que ya ha llegado a la prensa sobre los planes de la Generalitat y la alcaldía para construir una nueva prisión que sirva para trasladar los presos de la Modelo?”. Tal cual. Mi estómago se replegó sobre sí mismo. Creo que hasta me ruboricé. Oteé rápidamente los rostros de los allí presentes: la estupefacción de la alcaldesa, la sorpresa de los colegas que ya calculaban mentalmente las consecuencias de no ser ellos los poseedores de semejante scoop, el enfado de opositores y público… Confusión, negativa airada del equipo de gobierno, insatisfacción del portavoz… Un verdadero revuelo.

 

                Sí, me faltó valor para tomar la palabra y explicar el origen de la confusión. Pero por otro lado, ?quién me hubiera creído? ?Como hacer entender a aquella gente que un comentario distendido entre particulares no era un maquiavélico rumor creado con malas y ocultas intenciones? Y ahí me tenían ustedes, lectores: a un agnóstico a punto de rezar para que el portavoz no me señalara con el dedo y exclamara ”!Pregúntenle, él lo sabe!”. Afortunadamente, mi conversión no fue necesaria en ese instante.

                El Pleno acabó y –con el tiempo- el episodio quedó olvidado para sus protagonistas supongo sustituido por otras batallas igual de endebles y nimias. Algún día, un historiador buceará en las actas y encontrará una oscura mención al intento de convertir Gallecs en una cárcel barcelonesa.

 

                Pero antes que eso ocurra, ahora que la Alcaldesa dejó de serlo, el Portavoz se jubiló, el militante ecologista abandonó la primera línea y la melena del fotógrafo vive su particular Annábasis  he querido explicarlo para reparar mi falta. Lancé, sin proponérmelo, un rumor que hubiera podido degenerar en una batalla política. Aprendí que en este oficio no puedes hacer bromas con los políticos porque son incapaces de entenderlas y que nosotros tenemos un poder no pretendido que debemos abstenernos de utilizar. Aunque sólo sea para evitar sustos a los colegas. Con humildad pido sinceras disculpas e indulgencia por este rumor absurdo y en absoluto intencionado. Y olvido para los nombres.

Nueva actualización a cargo de Oriol Serra:

EL CRÍTICO DE CINE

 Septiembre de 2004. Un servidor todavía no llevaba ni un año en la redacción de Revista del Vallès. En otras palabras, era un novato con todas sus consecuencias. El caso es que aquel fue mi primer septiembre en el Vallès. Digo mi primer septiembre porque, desde entonces y hasta el cierre de la revista, yo llevé durante cada noveno mes del año la sección de Cultura en sustitución del entonces director adjunto, Paco Monja, que empezaba sus vacaciones después de haber estado al frente del barco durante todo el mes de agosto. ¿Y qué pasa cuando el responsable de una sección no se encuentra y encima lo sustituye un novato? Pues que la sección tiene todas las de desmadrarse. Y vaya si se desmadró la cosa aquel 2004.

A la primera semana de enfrentarme a una tarea entonces nueva para mí, me comunicaban que a partir de aquella misma edición la revista tendría una sección de crítica televisiva, y que ésta se incluiría en mis páginas. Pintaba bien la cosa, ¿verdad? Pues sigan leyendo, porque ni se lo imaginan. El encargado de dicha sección era un tal Joan Portet, un antiguo crítico de cine según me dijo el entonces director, Roberto Giménez. Muy antiguo debía ser, porque antes de escribir estas líneas he tecleado su nombre en Google con varias combinaciones y las referencias encontradas son mínimas, y ninguna de ellas corresponde a crítica cinematográfica alguna realizada por el señor Portet (de hecho, les tengo reservado para el final de este artículo una de dichas entradas, pero no es ahora momento de avanzar acontecimientos).

El caso es que el hombre se personaba cada semana en redacción para entregar a un servidor sus textos picados a máquina. Lo que implicaba que yo debía volverlos a picar, cosa que en realidad no me suponía ningún sobreesfuerzo porque eran columnas con una extensión relativamente breve. Pero ya se sabe, las prisas, el trabajo que se va acumulando y la capacidad humana para cometer errores juegan de vez en cuando malas pasadas. Y la primera semana cambié sin darme cuenta una coma de sitio. ¿Y qué?, dirán ustedes. Pues no me lo digan a mi, díganselo a Joan Portet, que la semana siguiente llegó a la redacción hecho una fiera y exigiendo responsabilidades. Conseguir que un novato se disculpe por algo así no es difícil, pero sí lo es conseguir que lo haga un director, y más cuando este director es Roberto Giménez. Pues bien, Portet lo consiguió. Así las gastaba.

Crítica televisiva

¿Y de qué hablaba Joan Portet en su crítica televisiva? Pues, siendo como era Revista del Vallès un medio comarcal, hablaba de lo que tocaba. Y entonces, todavía a años vista de la TDT, lo que tocaba era Granollers Televisió, la emisora local. ¿Da para mucho una sección de crítica catódica cuando debe ceñirse a un único canal? Bueno, en el caso de Portet habría dado para una revista entera si se hubiese soltado un poco más. Empezó fuerte, no recuerdo exactamente las palabras porque de eso hace ya mucho tiempo, pero sí recuerdo su insistencia en que un programa donde músicos locales expresaban sus dificultades para sacar adelante sus proyectos, literalmente, “no interesa a nadie”. Pues resulta que a un servidor, melómano confeso, sí le interesaba dicho espacio. Pero claro, cualquier novato se metía con el sheriff Portet y su columna que obviamente sí interesaba a todo el mundo...

Interesaba especialmente a Roberto, que siempre se leía los textos previamente a su publicación, acabando la lectura con una de sus características sonrisas de complicidad. No es de extrañar: quien haya seguido este blog –o la propia Revista del Vallès-, conocerá de sobras la visión que Giménez tiene del periodismo. Una visión que no se centra tanto en informar como en generar o buscar polémicas ante las que regocijarse en su despacho. A quien también interesaba mucho la columna de Portet era a los propios trabajadores de Granollers Televisió. Según me explicaban compañeros de otros medios, cada vez que un nuevo ejemplar de la revista llegaba al quiosco se armaba fiesta gorda en los estudios televisivos, donde el personal estaba ansioso de leer una nueva salida de tono y echarse unas sanas risas a cuesta del columnista de turno. Toda una dosis de prestigio periodístico y respeto dentro de nuestro propio gremio, la que nos aportó el amigo Portet. Y servidor, alucinando pepinos pero callado porque no le parecía muy buena idea la de llevarle la contraria al director.

Por suerte, un mes solamente tiene cuatro semanas y a la quinta volvió Paco de sus vacaciones. Y él, que no era ningún novato sino el director adjunto y jefe de sección, tuvo claro que aquello no podía seguir y puso orden en la sala. En otras palabras, cortó por lo sano y se cargó la columna catódica. Fin del desencuentro. Y para acabar, como lo prometido es deuda, aquí va la primera entrada que he hallado en Google en referencia a Portet. Curiosamente, se encontraba en la web de la propia Revista del Vallès y su formato responde al de la sección de Confidencias en la que Roberto soltaba todo tipo de información, para decirlo de alguna manera, poco contrastada. Disfruten:

“Joan Portet (antiguo crítico de cine) quedó perplejo cuando leyó la lista que presentaba el partido al que habitualmente vota y comprobar que entre los concejales que se perfilan como posibles después del 22-M, figura una persona que considera que no está bien... El hombre se siente acosado por esta mujer en el peor sentido de la palabra. Cada vez que se cruzan en la vía pública no deja de lanzarle todo tipo de improperios en voz alta a causa de un contencioso vecinal acaecido hace ya algunos años, pero que por lo visto permanece muy vivo en su mente. Portet incluso acudió a la Policía Local para presentar una denuncia. Disculpen si no digo el nombre de esta concejal, pero no quisiera ser yo el relevo de Portet.”

https://www.revistadelvalles.com/valles/imprimir.php?articulosId=1293

Elegancia suprema la de Roberto, siempre tan amigo de las mujeres que se dedican a la política (para más información, véase el caso Rosa Martí).

*Lección aprendida: Dios los cría y ellos se juntan.

ORIOL SERRA

EL DÍA EN QUE ASESINARON A OLGA PLEGUEZUELOS

Hoy tocaré un tema muy delicado, el de la violencia machista. Con lo que no habrá ni pizca de humor. Aviso. Procuraré recordarlo con todo el respeto del que sea capaz.

A modo de predata, recuerdo mis primeros cursos de facultad, hace 15 años. Por entonces, se empezaba a hablar en los medios de la violencia de género a raíz de un caso 'semi-televisado'. Una mujer apareció en un programa de esos de testimonios denunciando su caso. Y poco después, su marido la mató. 

Era un drama que no era nuevo en la testosterónica sociedad española. El 'la maté porque era mía'. Pero restaba en silencio, entre las paredes del domicilio y los amigos y familiares cómplices del silencio. Por ello me acuerdo que a raíz de ese caso, hubo debate en una clase de teoría de la televisión. La profesora nos preguntó qué nos parecía que se tratara eso en los medios. Tan atrasados estábamos hace apenas tres lustros, que todavía se planteaba si era mejor denunciar esos casos desde los medios para fiscalizar esos agresores, o si el hecho de que el problema tomara ecos públicos no provocaría un efecto espejo y precipitaría el aumento de casos. 

Fuera esto último un efecto colateral o no, años después creo que todos tenemos claro que evidentmente, eso se debe denunciar y perseguir, y los medios deben contribuir a ello informando de cada caso. Pero en Revista del Vallès, cuya línea editorial siempre fue a un siglo distinto (y anterior, claro) al de la realidad social, parece que eso aún no quedaba claro. Y ahora sí, vamos al meollo del asunto...

¿Contra la violencia de género? No en estas páginas...

Eva Pleguezuelos, hermana de la Olga que encabeza esta pieza, es una reconocida abogada matrimonialista de la ciudad. Como tal, fue colaboradora durante tiempo de Revista del Vallès, escribiendo artículos de opinión sobre su especialidad laboral. Incluso llegó a venir a alguna de las cenas de Navidad de la revista, cuando aún reunía a decenas de invitados y se hacía en el salón grande de la mítica Fonda Europa que tanto loaba el enorme Josep Pla.

El caso es que, en uno de sus artículos, Eva decidió hablar de la violencia de género. Y aunque no recuerdo exactamente su contenido, sí que está claro que el tono general de la pieza era en contra de esa aberración social (lo de lacra ya cansa, además, queda demasiado ‘suavizado’). ¿Cómo dicta el sentido común, no? Pensaréis… Bien: pues no.

La respuesta del director

A Roberto Giménez no le gustó en absoluto ese enfoque. Y como es habitual en él, decidió responder a una colaboradora de la revista públicamente, desde las propias páginas del Vallès. Tampoco recuerdo exactamente las palabras utilizadas por Roberto, pero sí que era una réplica en toda regla. No defendiendo abiertamente el maltrato, pero sí denunciando que había mucha ‘trampa’ en las denuncias interpuestas por mujeres en trámites de divorcio y demás lindezas.

Naturalmente, Eva Pleguezuelos decidió dejar de publicar más artículos en la revista.

El asunto ya es feo de por sí, pero ninguno en redacción imaginábamos que ese enésimo enojo de algún colaborador acabaría cogiendo tintes tan trágicos…

El asesinato

El martes 20 de octubre de 2009, fue encontrado el cuerpo sin vida de Olga Pleguezuelos, hermana de Eva. Vivía en Londres, tenía 33 años, y tenía por delante una brillante carrera como directora de comunicación de una importante empresa. Scotland Yard estaba investigando el suceso.

La noticia corrió como la pólvora y pronto la ciudad andaba consternada. Al parecer, su por entonces marido y socio empresarial, Mark Campbell, no había podido digerir la petición de divorcio por parte de Olga. No entraré en detalles, no quiero alimentar el morbo; pero resumiendo, el muy hijo de puta se ensañó con Olga de mala manera.

Todos los medios tanto catalanes, como españoles e ingleses, se hicieron eco del crimen. Campbell fue condenado a cadena perpetua, pero Olga ya no viviría para verlo…

Ignoro si Roberto tuvo contacto alguno con Eva a raíz de este trágico suceso. Igual que ignoro si se dignó, al menos, a pedirle disculpas por lo que escribió años atrás sobre la violencia machista…

*Lección aprendida: El maltratador es, siempre, y sin cortapisas, un ser inmundo (además de un hijo de perra), y todo lo que no sea denunciar males como estos a erradicar en toda sociedad democrática, es patinar y mear fuera de tiesto. Además de una irresponsabilidad periodística absoluta. No hay argumento posible que busque mitigar o velar una actitud criminal que los medios tienen la responsabilidad social y la obligación deontológica de denunciar y fiscalizar.

MI ÚLTIMA CONFERENCIA DE JORDI PUJOL

Aclaro: no es que servidor vaya dando conferencias sobre el ex President de la Generalitat; me refiero a la última vez que tuve que cubrir un discurso suyo. Fue en la sala de actos de un hotel de Granollers, y más allá del tema central de la charla que vino a dar, quiero recordar una respuesta de Pujol que se produjo en el turno de preguntas.

Un representante de una patronal comarcal le inquirió sobre la posible independencia de Catalunya. Todavía no había tenido lugar la masiva manifestación de la Diada del 11 de septiembre de 2012, que supuso un punto de inflexión en ese proceso. Pero el malestar iba in crescendo y cada vez eran más los catalanes que empezaban a estar hasta las narices de seguir perteneciendo al Reino de España.

Así que el hombre le preguntó a Pujol: ‘Viendo como están yendo cada vez más a peor las relaciones con el Gobierno Central de Madrid, ¿no sería mejor que Catalunya fuera sola antes que mal acompañada?’. Y la respuesta del Honorable fue bien clara: vino a decir que él reconocía que durante muchos años había defendido y creído la vía dialogante, la de la solidaridad y el intentar llegar siempre al consenso. Pero que en vista de que cada vez parecía más complicada esa vía, quizás sí había llegado el momento de plantearse que no queda otro remedio que la independencia. Una opinión que resultaba contundente no sólo por venir de quien venía, sino porque nunca (al menos que yo recuerde) se había mostrado abiertamente favorable a contemplar la vía de la separación nacional de Catalunya.

La respuesta de Roberto

Naturalmente esa opinión no sentó nada bien al director de Revista del Vallès, ya saben, Roberto Giménez. Quien fiel a su estilo incontinente, no pudo reprimir contestar a Pujol desde las páginas de la revista marcándose un mamotreto ‘antiseparatista’ que tituló ‘Las palabras más tristes del ex President Pujol’.

¿Y a qué viene todo esto? Es para poneros en antecedentes. Porque resulta que en el segundo número del Vallès del siglo XXI, aparece una gran foto de Jordi Pujol en portada con el titular: ‘La independencia es inviable’. ¿Cómo? Puedo asegurar que en la última conferencia que le escuché, Pujol dijo lo contrario. ¿Había cambiado de opinión desde entonces? ¿O era otra la razón de ese titular?

Como me lo conozco y sé su forma de trabajar (la de Roberto), naturalmente pensé que sería lo segundo. Para salir de dudas, no tuve otro remedio que, con gran dolor en mi alma (y en mi bolsillo por tirar 2’50 euros), me compré un ejemplar. Armándome de valor, me tragué el infumable tochazo previo al meollo del asunto: un mail de respuesta del propio Jordi Pujol a Roberto, contestándole a un armatoste de argumentos en contra de la independencia que le había enviado previamente. 

El no-titular

Me le leí una vez. Nada. Me la leí una segunda: nada de nada. Digo: a ver, volvamos a leerla. Pues no, no. Ni rastro del titular de portada. En ningún lugar dice Pujol que la independencia catalana sea inviable. Sí dice, con suma delicadeza, que ‘la independencia sería inviable, sino fuera porque nada es imposible, como bien demuestra la Historia’.

Es decir: para nada dice que ‘es’ inviable, sino que lo ‘sería’, es decir que podría serlo… o no. El propio tiempo verbal, su condicionalidad, invalida la rotundidad de que 'es inviable'. Pero no sólo eso: si se interpreta correctamente, lo que está diciendo Pujol es que, aun suponiendo que la independencia fuera un imposible, la Historia demuestra que en casos de independencia, hasta lo más imposible puede llegar a ser una realidad. Es decir, que viene a expresar casi lo contrario de lo que se afirma en el titular de portada.

Confirmadas mis sospechas de mala praxis periodística, deduzco que ni el propio Pujol ha sido informado de la publicación de esos mails ni de esa portada; que se han sacado de contexto, y por tanto tergiversado, sus declaraciones; y que además se ha utilizado todo ello para ‘colar’ una portada a costa de alguien tan importante para intentar vender, con malas artes, alguna que otra revista de más. Dicho lo cual, hoy la lección aprendida es triple:

*Lección aprendida: Primero, no pondrás en la boca de nadie palabras que no haya pronunciado (no os imagináis la de veces que los titulares ya estaban escritos antes que la noticia); segundo, no tergiversarás las declaraciones del interlocutor con intención de manipular su contenido (una cosa que el primer día de facultad ya te la explican); y tercero: no utilizarás la imagen o popularidad ajena para beneficio propio. Bueno, esto último es opcional: sí se puede, pero digamos que queda feo y poco elegante. Un buen ejemplo de ello son las revistas del corazón…

POSTDATA.- A parte, y como me consta que Roberto Giménez es un ávido lector de este blog, le quiero poner en conocimiento desde aquí de que ya me ha llegado su mensaje.

Resulta que el pasado viernes, en un hotel de la ciudad (curiosamente, el mismo donde asistí a esa conferencia de Pujol), los acólitos de Roberto le montaron una cena de homenaje. Y según uno de los asistentes al acto, con quien coincido a menudo, hubo un momento en que Roberto le dijo que cuando me viera, me diera un recado: ‘Dile a Jaume, de mi parte, que es un hijo de puta’.

A mí personalmente no me ofende (eso lo hace quien puede, no quien quiere), pero debo decirte, Roberto, que a mi madre no le ha sentado nada bien cuando se lo he comentado. Me ha dicho que te traslade su profundo disgusto por tus palabras (bueno, no lo ha dicho en esos términos, pero que te conste).

Por cierto, yo también tengo un mensaje para ti: eres una bellísima persona y un pedazo de profesional. Bravo.

CONFLICTO EN GRUPO ZETA

Si no recuerdo mal, los hechos que voy a relatar tuvieron lugar durante la primera quincena del pasado mes de mayo. Es de dominio público que el sector de la prensa escrita ha sido uno de los más castigados por este eufemismo llamado crisis, y ni siquiera un gigante como el todopoderoso Grupo Zeta -editor de cabeceras como El Periódico de Catalunya- ha logrado esquivarla. El caso es que la dirección presentó a principios de este año un plan para cerrar su rotativa de Parets del Vallès. Una inmensa planta que, además de imprimir las principales cabeceras del Grupo Zeta, trabaja también para editoriales más pequeñas que no disponen de imprenta propia.

Revista del Vallès se imprimió en dichas instalaciones durante sus últimos años de trayectoria. Por este motivo, y porque aquel cierre que se presentaba inevitable afectaría a varios cientos de familias en nuestra comarca, seguimos el conflicto muy de cerca. Fueron varias semanas de intensas negociaciones entre empresa y sindicatos, a las que hubo que añadir numerosas movilizaciones llevadas a cabo por la plantilla tanto en el Vallès Oriental como en Barcelona ciudad. Y finalmente, aquel miércoles de mayo, llegó el desenlace.

Un servidor se encargaba de seguir el tema, como responsable de la sección de Laboral. Como cada miércoles, tocaba cerrar edición. Aquella misma mañana, fuentes sindicales habían dado por hecho el cierre definitivo de la planta, a falta todavía de una fecha definitiva. En la redacción todo eran caras largas. El cierre de tan emblemática planta era un golpe para la comarca, para un gran número de afectados y, no lo olvidemos, para nuestra profesión. Y entonces, a media tarde, tuvo lugar un inesperado giro: fuentes de la propia empresa me confirmaban que dirección y sindicatos acababan de alcanzar un acuerdo. En otras palabras, la rotativa no cerraría. Toda una bocanada de aire fresco.

Alegría para unos, tragedia para otro

Pocas veces me había alegrado tanto por tener que reescribir un artículo a última hora y con el toro del cierre a punto de pillarme. Y obviamente no fui el único que se alegró. Todos mis compañeros esbozaron una sonrisa de alivio ante tan buena noticia. Todos, menos uno. Y es que lo que para nosotros era motivo de satisfacción, para el gerente, Xavier Quer, era sinónimo de tragedia. Si las cuentas de Grupo Zeta no acababan de cuadrar, imagínense las de un medio comarcal como Revista del Vallès, víctima además de varios años de gestión deficiente -por hablar finamente-.

El caso es que el señor Quer tenía un plan para sacar la revista adelante pese a una situación económica realmente desastrosa: aprovechar el cierre de la rotativa para no pagar las facturas pendientes y de esta manera ahorrarse un buen dineral y unos cuantos dolores de cabeza. Por eso, mientras nosotros celebrábamos aquel desenlace como quien celebra una victoria de su equipo de fútbol, el rostro del gerente adoptó una expresión a medio camino entre el nerviosismo, el desconcierto y el “¿Y ahora qué?”. Acto seguido, desapareció en su despacho y no volvimos a verlo en toda la tarde. Al cabo de un mes y medio, Revista del Vallès sacaba su último número. Desaparecía así una cabecera con 73 años de historia. Desconozco si a día de hoy Grupo Zeta ha cobrado lo que se le debía.

*LECCIÓN APRENDIDA: Sanear tus cuentas aprovechándote del cierre de uno de tus acreedores no es precisamente un plan de viabilidad para ninguna empresa medianamente seria.

ORIOL SERRA

 

Payasos

(09/06/2010)

Quizás ya han oído hablar del caso, pero no está de más subrayarlo para que algunos tomen buena nota: hablo de las recientes elecciones municipales en Islandia. Unas elecciones que en la capital, Reikiavik, han sido ganadas por el Besti Flokkurin. Traducido: el ‘Partido Mejor’. Un partido creado hace apenas medio año por el humorista islandés Jón Gnarr bajo una premisa bien clara: “Si los políticos no paran de hacer el payaso, ya es hora de que los payasos hagamos política”. Y su eslogan era: “Podemos prometer más que nadie, porque en ningún caso pensamos cumplirlo”. Por eso han prometido marcianadas tan disparatadas (o no) como promover un Parlamento libre de drogas, dar toallas gratis en las piscinas públicas o repartir beneficios entre los fracasados. Una coña sandunguera a costa de los que manejan la barca que no pasaría de eso si no fuera porque el partido de Gnarr consiguió sumar el 34,7% de los votos, lo que significa seis escaños, convirtiéndose en la formación más votada. Es de esperar que los otros partidos, que suman nueve escaños (5 el Partido por la Independencia, 3 los socialdemócratas y 1 los verdes), harán cualquier tipo de pacto  para evitar que un sátiro que les ha dejado con las nalgas al aire forme gobierno. De hecho, dudo que el propio Gnarr lo pretenda y supongo que se dedicará a aprovechar su privilegiado nuevo estado de parlamentario para satirizar aún más las vergüenzas del sistema político de Islandia (que recordemos hace apenas dos años estuvo al borde de la quiebra total). Como ya hiciera el anarquista Zo d’Axa a finales del XIX, presentando a un burro como candidato a las elecciones francesas, convencido que lo haría mejor que el resto de gobernantes. El propio Gnarr anima a que otros cómicos de otros países monten ‘sucursales’ del Partido Mejor, y respecto a España, cita a Buenafuente, Wyoming o Joaquín Reyes. Personalmente yo votaría a este último con toda la Muchachada Nui en la lista, con Marcial ‘El Gañán’ para ministrable de Agricultura, el ‘Bonico del tó’ de Relaciones Internacionales, Perro Muchacho de Medio Ambiente y Enjuto Mojamuto de Nuevas Tecnologías. No perderían nada presentándose. Y a lo mejor hasta nos llevaríamos una sorpresa…  JAUME RIBELL

La partícula de Dios

(Publicado el 09/09/2008)

 

Así es como llaman algunos a la partícula básica: aquella de la que surgió todo, la partícula de masa que desencadenó el Big Bang y, por ende, el Universo. Pero claro, como se supone que antes el Universo era la Nada, pues nadie (ni nada) estaban allí para atestiguarlo. Por eso desde hace unos años se propulsó el proyecto de construir un acelerador de partículas gigantesco (como el que están construyendo en Bellaterra pero a lo bestia) que sea capaz de reproducir las condiciones primigenias del pre-universo para ver qué sucedió exactamente allí y entender mejor el perquè de tot plegat, que diría el enorme Quim Monzó. Para ello no han escatimado esfuerzos: participan en el proyecto más de 2.000 físicos de 34 países y cientos de universidades y laboratorios, que han colaborado en su construcción. Lo han llamado Gran Colisionador de Hadrones , y no me pregunten qué son los hadrones porque servidor es de letras y no tengo ni puñetera idea. Pero sí sé que algunos físicos han alertado de que cabe la remota posibilidad de que la cosa salga mal. Es decir: que se vaya todo a tomar por ahí. Que desaparezcamos del mapa literalmente. Podría ocurrir, dicen los catastrofistas, que se creara un gran agujero negro que engullera nuestra parte del Universo o incluso su totalidad. La mayor parte de la comunidad científica asegura que todo esto son habladurías, que las posibilidades de que ocurra algo de tal magnitud son inexistentes, ya que la Tierra y el Universo entero están expuestos a este tipo de fenómenos continuamente y no desaparecen. El caso es que, si les hablo de todo esto, es porque el pasado 1 de agosto se ‘encendió’, por decirlo de forma llana, el armatoste en cuestión, para que se fuera poniendo en forma (tiene que estar a 271,25 ºC bajo cero para crear las condiciones del estallido primario). Y el día 10 de septiembre (es decir este martes en el que escribo estas líneas, justo antes del cierre de edición), tenía que producirse la primera colisión de partículas. Por lo que es posible que mañana todos o parte de nosotros seamos pasto del Cosmos (o que directamente, no seamos). Pero no se preocupen, que dado el caso, servidor se compromete a seguir mandándoles artículos desde la Nada. JAUME RIBELL

Como me da un poco de pereza escribir textos nuevos (sobretodo después de ver el resultado nefasto del Vallès del siglo XXI, no me gusta hacer leña del árbol caído nada más plantado...), tiraré de archivo y os colgaré algunas de mis columnas de opinión. Hoy que el Futbol Club Barcelona ha ganado a la Real Sociedad, es buen momento para recordar la final de copa de Europa que ganó el Barça en Roma...

Amor

(publicado el 7 de mayo de 2009)

Dicen los científicos que el amor, como reacción química cerebral, no dura más de tres años. Que todo lo que viene después es cariño, costumbre, comodidad, seguridad… pero que el efecto enamoramiento ya no existe. Bien, supongo que sus experimentos habrán realizado para llegar a esa conclusión, pero o hablan exclusivamente de las relaciones de pareja, o me temo que erran el tiro. Porque hay amores, y amores. Y algunos duran de por vida. Y no hablo necesariamente de parejas, sino de colores: no hay amor más fiel que el que siente el hincha por su equipo favorito. Es extraño, irracional si quieren, ser más fiel a una camiseta que incluso a personas a las que se ama y con las que, por lo que sea, un día el amor va y se acaba. Hay parejas que vienen y se van, amigos que se distancian con el tiempo, familiares con los que se pierde el contacto… sin embargo, incluso el menos aficionado al deporte, tiene sus simpatías eternas por un determinado equipo. He visto a hombres hechos y derechos llorar lo que no han llorado en su vida porque su equipo ha perdido (o ganado) una final. He visto a las personas más educadas y elegantes perder la compostura y soltar los tacos más tacos del mundo porque el árbitro ha pitado un penalti injusto en contra. Les he visto saltar y emocionarse como el niño que gana todas las canicas de sus compañeros de patio. Y son emociones que no menguan con los años. Las relaciones tienden a volverse monótonas, gregarias. La gente se separa, se divorcia. Es que ya no es como al principio, dicen. Se perdió la pasión, dicen. Sin embargo, pasen los años que pasen, el que siente unos colores, los que sean, nunca pierde esa pasión. Nunca es infiel a esa ‘pareja’. Nunca deja de trempar: pasen 5, 10 o 50 años, cada triunfo, cada victoria, será celebrada como el primer día. Hoy les iba a hablar de mi equipo favorito, del escudo al que soy fiel, de mi pareja deportiva. Pero ha sido empezar a escribir y no he podido evitar ponerme a hablar de amor. Y si no me he explicado lo suficientemente bien, lean la palabra del titular al revés… JAUME RIBELL

¡ACHTUNG! UN MASÓN EN EL AYUNTAMIENTO.

 

Que la masonería y la política siempre han ido ligadas no es ningún secreto. Ya desde sus inicios, unidos a la Revolución Francesa y sus principios de libertad, igualdad y fraternidad. Por ello se relacionó con los ideales izquierdistas. No hace falta recordar el tridente rojos-judíos-masones que eran los culpables de todos los males del Mundo según el caudillo por la gracia de Dios (que menuda puta gracia. Un cachondo, Dios…).

El caso es que en sus inicios, y pese al secretismo de las logias y sus ritos iniciáticos para acceder a ellas, hubo un tiempo en que no eran ni mucho menos ocultas ni perseguidas. Baste recordar que hasta el músico más popular de la época, Wolfgang Amadeus Mozart, fue un destacado miembro, llegando incluso a dedicar una ópera entera (La flauta mágica) a ese ideario, llenándola de símbolos e imaginería masona.

La represión franquista

Pero no fue hasta 1925 cuando se fundó la primera logia de Granollers, que se reunía en la entonces sede de la Unió Liberal, en el que actualmente es el edificio que alberga el Museu de Granollers. Y estuvo en activo hasta 1939, cuando con la llegada de las tropas franquistas, fue duramente represaliada.

Se conocía dicha represión por el boca-oreja intergeneracional, pero no había constancia de ello. ¿Por qué? Pues porque los papeles pertinentes estaban en los ‘famosos’ archivos de Salamanca. Así pues, hasta que no llegó la devolución parcial (y aún hoy incompleta) de esos papeles a Catalunya, sólo podían acceder a ellos profesionales con objeto de su estudio.

Así lo hizo el conocido historiador Joan Garriga, quien con los datos que allí recopiló, escribió un libro al respecto. Un libro que fue presentado a finales de 2004 precisamente en el simbólico lugar del Museu. Mi director entonces, Roberto Giménez, me mandó cubrir el acto. Le picaba la curiosidad por ver la gente que iba y lo que allí se decía, pero eso de estar en una sala rodeado de 250 ‘masones’ no le hacía mucha gracia.

Y es que él mismo fue quien me previno que allí habría algún político, en concreto de CiU, que era masón. Y me lo dijo como quien te advierte de un peligro inminente. Yo pregunté: ¿Y qué? Y me respondió: nada, que lo sepas… Pues vale, ya lo sé, pensé.

El regidor Jordi Herms

Era la persona de quien me hablaba Roberto. Herms había entrado en el consistorio granollerense como número 2 en la lista encabezada por Carme Esplugues, y desde entonces estaba como regidor por CiU.

Por cómo me lo había  contado Roberto, yo pensaba que era una confidencia. Algún tipo de secreto de esos que se saben pero no se cuentan. Bien, pues nada más lejos de la realidad: Herms estaba en la mesa de presentación del libro, junto al autor, Garriga, y el Maestro de la logia de Granollers (Armonía 126), Pere Martínez.

La verdad es que, pese a que como decía, las conexiones entre masonería y política siempre han sido más o menos conocidas, por estos lares seguía siendo una especie de cuestión obscurantista y secreta. Como semiclandestina. Supongo que los 40 años de persecución, miedo y silencio durante la dictadura fascista contribuyeron a que, aún en democracia, el asunto siguiera siendo cosa poco pública.

Por ello no dejaba de sorprender que un político en activo, un regidor de la ciudad, se descubriera masón sin ningún problema. Como me explicó después, formaba parte de la nueva filosofía que tenían las logias: la de normalizar su existencia. La de aclarar conceptos y lanzar un poco de luz sobre su perseguida historia. Con esa intención hacía ese outting, esa ‘salida del armario’ masón. Para explicar bien claro los ideales masónicos, que no son ni malignos, ni perversos, ni peligrosos, sino todo lo contrario. Querían reparar esa idea colectiva inculcada por el franquismo y otros ismos de que los masones estaban detrás de todo lo que olía a poder y dinero (que si los partidos políticos, que si los grandes grupos comunicativos, que si las corporaciones financieras, que si el club Bilderberg…), y volver más a sus orígenes de doctrina humanista e ilustrada.

‘Que sepas que los masones te felicitan’

Al llegar a redacción, Roberto me preguntó con inusitada curiosidad cómo había ido el acto, con una intriga en su mirada como si me hubiera adentrado en las entrañas del averno y hubiese visto al mismísimo Belcebú con mis propios ojos. Sintiendo decepcionarle, le dije que bien, que todo normal. Que hablaron el autor del libro, el regidor y el Maestro de la logia de la ciudad, y que después les había hecho algunas preguntas por separado. Y ya está.

Supongo que el simple hecho de oír las palabras ‘Maestro de la logia’ (equivalentes para él a poco menos que a conceptos como ‘SIDA’ o ‘droga’), ya le debió parecer fuera de la normalidad. Por ello no pareció mostrarse demasiado entusiasmado en que me hubiera adentrado en aquellos terrenos para él terroríficos sin que hubiera detectado la más mínima anormalidad o aberración moral.

Tal es así que, cuando llamaron a redacción para felicitarme por el reportaje, no salía de su asombro. Según le dijeron, les había gustado mucho el tono imparcial y objetivo de mi pieza. Que ni juzgaba, ni opinaba, que simplemente transmitía lo que ocurrió en el acto y lo que se dijo en él. Y que me transmitiera esas felicitaciones.

Y así lo hizo: cómo siempre que alguien llamaba para felicitar por algún artículo me alegré moderadamente, le dije que les transmitiera mi agradecimiento, y seguí con normalidad con lo que estaba haciendo. Sin embargo Roberto no se volvió hacia su despacho, sino que se quedó allí, de pie, junto a mi mesa. Como esperando que le dijera algo más. Me lo miré sin abrir boca. ‘¿Qué?’, le dije al final. Y dice ‘que están muy contentos, les ha encantado’. ‘Ya me lo has dicho’. Y tras unos segundos de silencio shakespiriano, reiteró, ya marchándose lentamente hacia su despacho: ‘Pues nada, eso, que los masones te felicitan’.

 

*Lección aprendida: Que los masones no tienen cuernos, ni cola, ni huelen a azufre. Y que Dios se podía haber guardado su ‘gracia’ en su sagrado conducto rectal.

UNA CENA SIN VINO DE MISA

Revista del Vallès desapareció el pasado mes de junio, oficialmente porque no había dinero. Pero hubieron tiempos mejores, no hace tantos años, en los que el dinero parecía sobrar y su equipo directivo nadar en la abundancia, hasta el punto de que Tarafa Editora de Publicaciones –la empresa que editaba el semanario- organizaba anualmente una cena de Navidad en la Fonda Europa de Granollers donde estaba invitada media ciudad. Eran cenas en las que cada mesa era un mundo. Y la mía solía ser el de los corresponsales y compañeros de redacción como Jaume Ribell o Jordi Abayà.

Recuerdo esas cenas con cariño, por las conversaciones de sobremesa, por las farras que solíamos pegarnos después y, por supuesto, por los manjares que solíamos degustar. Me viene a la cabeza, en este sentido, un año en el que entre las opciones de segundo plato del menú se encontraba una apetitosa receta de carne –ahora no recuerdo si bovina o porcina, pero un buen pedazo de carne en cualquier caso- bañada en vino de misa. Fue la opción escogida por la totalidad de comensales de mi mesa –nos gusta la carne, para qué vamos a engañarnos-. Fue, de hecho, el plato que pedimos con más entusiasmo cuando el camarero nos tomó nota. Nos esperaba un apetitoso menú, sin duda.

Nada más lejos de la realidad. Pocos minutos después, el camarero volvió para que escogiéramos otro plato, ya que finalmente la carne con vino de misa no podía servirse. “¿Por qué no?”, preguntó extrañado uno de los comensales. “Porque así lo ha ordenado el cura”, respondió resignado el camarero. El cura en cuestión era Mossèn Xavier Sobrevía, accionista de la empresa y hombre de iglesia que, como tal, no podía permitir tal sacrilegio como que el vino de misa fuera servido en una cena cuyo precio total seguramente le parecía cualquier cosa menos obsceno. Sobrevía, uno de los dos antiguos accionistas de Tarafa que han puesto en marcha el Vallès del Segle XXI, dejaba clarísimo ya entonces cómo entiende la pluralidad de la que hace gala su nueva publicación.

*Lección aprendida: Bañar carne en vino de misa es un sacrilegio, y practicar sexo extramatrimonial pecado. Oponerse a los derechos de los homosexuales, o al uso de anticonceptivos mientras media África se muere de SIDA, es lo más normal del mundo…

ORIOL SERRA

 

 

EL PERIODISTA QUE ESTAFÓ

Antes que nada, debo aclarar un par de cosas hoy:

-Cosa 1: Ya lo dije en el primer post de este blog, pero esto no pretende ser ni una vendetta ni tiene nada de personal contra nadie. Pero me ha comentado un compañero del ramo que, pese a que los que me conocen ya lo saben, desde fuera sí puede dar la sensación de que se trata de eso.

Me lo dijo tras leer la última entrada, donde Roberto Giménez es una vez más, sí, el principal protagonista. Pero reitero que ese texto es de Oriol Serra: él sí vivió los seis últimos meses de la Revista del Vallès bajo la dirección de Paco Monja, yo no. Así que él era más adecuado para contarlo (y además quería hacerlo). Es decir, más que nada personal contra Roberto, creo que eso demuestra justamente lo contrario: que mi percepción de Roberto no era precisamente única y personal.

Sea como sea, el objetivo de este blog es que se conozcan los entresijos de una redacción donde la mala praxis profesional proliferaba cual hongo en un excremento de vaca. Por tanto, se repetirán los mismos nombres a menudo. Si bien este no es un blog cerrado y cualquiera puede enviar sus experiencias o casos de ‘no-periodismo’ y sin ningún problema los colgaré, aunque no traten del Vallès.

-Cosa 2: Otra compañera me sugiere que se pueda dejar comentarios en el blog. Obviamente soy consciente de ello, y no es que tenga esa opción desactivada ni nada, no me preocupa el troleo: es que la versión gratuita de webnode no te permite esa opción. Por eso ya he mirado en otras plataformas blog para trasladar los textos allí, y así además de permitir dejar mensajes, de paso poner un poco de orden ahora que el volumen de textos empieza a ser más elevado (para que se pueda acceder a cada entrada con un link por separado).

Dicho todo lo cual, vamos ya sí al tema que anunciaba en el titular: el periodista que estafó…

Caballeros y caballeras: el señor José Paulino Cañas Escamilla

En Granollers es de sobras conocido, y para muchos, seguro que la historia que contaré también. Pero como muchos de vosotros no sois de la ciudad, estaría bien la conocieras para que os hagáis una idea de la ‘línea editorial’ que sigue el ‘nuevo’ Vallès del Siglo XXI.

Se trata, sí, de Cañas Escamilla, a quien no conozco personalmente, pero del cual había oído numerosas historias por redacción. Y la más alucinante es la que da título al post de hoy, parafraseando la peli de Bond (La espía que me amó). En este caso el periodista que estafó no me estafó a mí, sino a Hacienda (que no somos todos, no…).

Corría un día de 1990 cuando la Guardia Civil entró en la oficina de Correos de Granollers. (Por entonces los ‘verdes’ todavía estaban presentes en el día a día de Catalunya, donde ahora sólo tienen competencias en temas ‘mayores’ como terrorismo o narcotráfico a gran escala).

El caso es que detuvieron al director de la oficina y a sus tres ayudantes, entre ellos, Cañas Escamilla, quien por entonces era una de las firmas más controvertidas de Revista del Vallès.

Una estafa de 10 millones de pesetas

¿Su delito? Haber estafado al fisco más de 10 millones de las entonces pesetas mediante una trabajada maniobra basada en manipular las etiquetas de los paquetes, en especial los envíos internacionales de mayor importe. El método consistía en dividir la etiqueta en dos: si, por ejemplo, facturaban un paquete cuyo coste de envío era de 4.250 pesetas, emitían dos etiquetas: una que ponía 42 pesetas, y otra que ponía 50. Las yuxtaponían y a la hora de facturar, facturaban las dos cifras pequeñas, y ellos se quedaban con el resto.

Llevaban cerca de dos años utilizando este método, hasta que les pillaron. Les impusieron el ingreso en prisión (La Modelo de Barcelona) y una multa de 5 millones por cabeza. Lógicamente, Cañas dejó de escribir en el Vallès (su lugar ‘controvertido’ pasaba a ser cosa de Paco Cuevas, a quien la revista también acabó echando de sus páginas pese a la oposición del director, Roberto Giménez, pero eso ya lo contaremos otro día…).

La cuestión es que, en este esfuerzo por la pluralidad y el buen periodismo que dicen hacer, el Vallès del Siglo XXI vuelve a anunciar como grandes fichajes la reincorporación tanto de Cuevas como de Cañas Escamilla (quien, por cierto, en estos días ha provocado unas cuantas risas con un desafortunado –y maleducado- mensaje a un conocido columnista de la ciudad al que, por lo que se ve y como se encargó de dejar claro, él no conoce).

En definitiva, que vuelven los aires de libertad, buen periodismo y firmas solventes al Vallés…

 

*Lección aprendida: Dios los crea y ellos se ‘arrejuntan’. (Y si Dios realmente los ha creado, una de dos: o es un cachondo, o un sádico).

MI ÚLTIMO ENCUENTRO CON ROBERTO GIMÉNEZ

Recuerdo la última vez que vi a mi ex-director, Roberto Giménez. Fue una tarde de miércoles de principios de diciembre de 2012. Era la primera semana que él no venía a la redacción después de su baja por enfermedad, y la primera que Paco Monja se hacía cargo del timón periodístico de Revista del Vallès. Como todos los miércoles por la tarde, estábamos cerrando edición. Y de pronto apareció Roberto, por sorpresa. Su visita, desconozco a qué motivo se debía, fue breve, pero obviamente no dejó escapar la oportunidad de dejar huella.

Ni las buenas tardes me dio al pararse frente a mi escritorio. “¿Cuántas páginas de Laboral has escrito esta semana?”, me preguntó en un tono muy suyo, a medio camino entre la corrección y la interrogación. Laboral era una de las secciones que yo llevé durante mis casi diez años en la redacción, y mi principal ocupación en aquellos momentos. Resulta que aquella semana, la sección había reducido notablemente su extensión, básicamente porque yo me había ocupado de cubrir temas de Granollers, una sección más importante para el conjunto de la revista y que con la marcha de Roberto había quedado huérfana –la empresa no contrató a nadie para cubrir la plaza vacante, con lo cual la redacción tenía un periodista menos-. Y así se lo explicó Paco, que había escuchado la impertinencia, antes de que yo tuviera tiempo de indignarme. Problema solucionado.

Pero el ‘detalle’ que Roberto tuvo conmigo es significativo no solamente de su manera de entender el Periodismo, sino de su relación con el universo entero. Roberto parecía muchas veces una especie de militar frustrado, alguien incapaz de entender la diferencia entre dirigir una redacción periodística y una unidad del ejército. Y claro, en su conciencia pesaba la sospecha de que ante su marcha, sus soldados se habrían insubordinado. Que sin un líder recto y virtuoso como él que controlase el cotarro, parte del pelotón se habría rendido a la ley del mínimo esfuerzo. Sin comentarios.

Mis mejores meses en la revista

Esta fue la última vez que vi a Roberto. Lo que vino después, los últimos seis meses de vida de Revista del Vallès, fueron los mejores de mi trayectoria profesional en la publicación, que empezó en diciembre de 2003 y finalizó el pasado mes de junio con la desaparición de la revista. Lo fueron, no lo negaré, porque Paco me había traspasado una sección que siempre me ha gustado, la de Cultura, y me dio carta libre para gestionarla. En otras palabras, confió en mí como profesional y como persona. Algo que jamás haría quien te contempla como un simple peón, asalariado o soldado raso.

Pero no lo fueron solamente por eso. Lo fueron también por la sensación de trabajar, por fin, en una redacción de verdad donde las cosas se discutían las veces que hiciera falta, donde el director era eso, un director, y no un líder salvapatrias poseedor de verdades absolutas. Lo fueron porque, por primera vez, personajes públicos de Granollers que antes no querían hablar contigo –por aquello de “no tengo nada contra ti, sino contra tu revista”-, ahora me atendían sin problemas y como a cualquier otro medio de comunicación. Porque incluso puntos de venta que hasta entonces se habían negado a vender la revista, ahora se planteaban venderla. Y porque las primeras páginas del semanario se dedicaban a temas de actualidad escogidos con criterio periodístico –el drama y las movilizaciones de los desahuciados, el 75 aniversario del bombardeo fascista sobre la ciudad...-, y no a cruzadas personales como los ‘duelos de esgrima’ con los que Roberto desafiaba a todo columnista respetable de la revista que no compartiera su visión del mundo.

Fueron los meses en los que Paco Monja asumió la dirección, sí. Y si insisto en ello, es porque ese Vallès del Segle XXI que en realidad parece el Vallès de 1975, no ha escatimado en su primer número esfuerzos para atacar a Paco sin piedad, desautorizarlo y responsabilizarlo de un declive que ya venía de lejos (y que por supuesto no tiene un único responsable). Lo que Roberto no explica en el Vallès del Segle XXI y seguramente tampoco explicará en sus famosas memorias, es que Paco Monja, siendo todavía su segundo de a bordo, fue nombrado Decano de los periodistas del Vallès Oriental por contrastados profesionales de medios diversos de la comarca. Algo que, conociendo los delirios de grandeza de Roberto, debe de haberle jodido muchísimo (y perdonen ustedes la expresión).

*Lección aprendida: Haz bien tu trabajo, no utilices el periodismo como herramienta para librar batallas personales, respeta a tu entorno, y también tú serás respetado.

ORIOL SERRA

 

‘LA E.L.A. EXISTE, Y YO LA PADEZCO’

Esclerosis Lateral Amiotrófica. A eso responden las siglas de E.L.A. Una enfermedad neuromuscular degenerativa para la cual hoy en día no hay cura.

A nuestro entonces director, Roberto Giménez, le encontraron algo raro a nivel neuronal. Pero no sabía de qué se trataba. Pasó meses en pruebas experimentales y, aunque finalmente lo que tenía no era ELA, hubo un momento en que pensó que sí. Y me mandó hacer un reportaje sobre la ELA, enfermedad que apenas se conocía, pese a una reciente campaña para un niño que la padecía apadrinada por el futbolista Leo Messi.

Naturalmente me documenté, contacté con la asociación de afectados, y me contaron que de los pocos casos que había en Catalunya, dos estaban en el Vallès. Y uno de ellos era especialmente proclive a hablar de ello, ya que era un gran activista para dar a conocer la enfermedad, tanto por Internet como por las calles, que recorre con su silla de ruedas pegando pegatinas con el eslogan que titula esta entrada y el artículo en cuestión: ‘La ELA existe y yo la padezco’.

Se trata de Josep Rof, vecino de La Garriga, que desde que supo que tenía ELA volcó su estática vida en Internet en un blog y una diversa red a nivel de todo el Estado (y fuera de él). Le llamé y quedé con él a primera hora. La idea era pasar media horita entrevistándole, una como mucho si la cosa iba bien, y después ir a por otros asuntos. Pues no: me pasé la mañana entera.

Como en familia

Aparco, busco su casa y llamo al timbre. Me reciben Josep y su mujer. Se muestran encantados de que me haga eco de su enfermedad. Hay poquísimos casos en todo el mundo. Su mujer nos deja solos en el despacho de Josep, donde hasta no hace tanto trabajaba con normalidad, y ahí me empieza a explicar su historia: cómo un día de pronto sus piernas no le reaccionaron y se cayó de bruces al suelo; cómo otro día notó que perdía capacidad de articular palabras; como más tarde le dijeron que lo suyo era ELA.

En la facultad te enseñan a no implicarte emocionalmente en los casos de los que informamos. Te pueden tocar sucesos, con muertos de por medio; te puede tocar política, con intereses por todos lados; te puede tocar sociedad, con lo que eso implica respecto a las personas públicas… Pero lo siento: no pude evitar implicarme.

Josep se sinceró tanto, fue tan honesto, y me llegó tan hondo, que creo que es uno de los días que más orgulloso me he sentido de ejercer esta profesión. No estuvimos una hora, ni media: estuvimos toda la mañana. Incluso su familia me invitó a quedarme a comer con ellos. Les dije que no podía (aunque me apetecía mucho), precisamente para no implicarme emocionalmente más de la cuenta.

Pese a todo, cuando ya me despedí de ellos, su mujer me dio un profundo abrazo y un beso en la mejilla. Y como una madre, me cogió la cara y me dijo: ‘Si es que eres igualito al que sale en la foto de la revista!’. Yo me reí y le dije: ‘Pues, claro. La raro sería lo contrario!’. Y en voz baja, y sintiéndolo mucho, le dije: ‘Si un día Josep falta, quiero que me llaméis para venir’.

La reacción de Roberto

Llegué a redacción pasadas las 13:30 del mediodía. Roberto ya no estaba, y sólo quedaban Paco Monja, Jordi Abayà y Oriol Serra. Les conté lo que había vivido esa mañana. Y me dice Jordi: ‘Joder, parece que te hayas transformado’. Y le dije: ‘Pues no, pero casi. Hoy he sentido de verdad que mi tarea es útil’.

Cuando al viernes siguiente salió ese reportaje a doble página, Roberto me llamó a su despacho. Esta vez no era para pegarme ninguna bronca. Esta vez fue para decirme: ‘Gracias, Jaume’.

*Lección aprendida: La tarea de un periodista no es derrocar gobiernos: es informar de la realidad, y en especial de la más ignorada.

LA COSA RELIGIOSA EN REVISTA DEL VALLÈS

Partamos dejando las cosas claras: yo soy ateo, pero respeto todas las creencias: la cristiana católica, la cristiana ortodoxa, la islamista, la judía, la budista, la taoísta, la animista, la hinduista, la cristiana protestante, y tantas otras… Pero Roberto Giménez, ‘Führer’ de Revista del Vallès, era de la que Dios manda: Católica, romana y apostólica. La de Franco y el Opus Dei, como él.

Primer síntoma de alarma: un reportaje mío sobre la píldora del día después. Escribí sobre ello cuando se aprobó en España. Y, por lo que se ve, cometí un error: Escribí, como indicaban todos los médicos, que esa píldora no era abortiva, ya que actuaba evitando que el zigoto se acogiera a las paredes del útero. Es decir, la supuesta ‘vida’ no existía, porque la célula primaria no llegaba a reproducirse.

Publicado eso, me llama Roberto a su despacho. Me pide que cierre la puerta. Y me dice: ‘Ten, lee esta carta, la ha escrito un lector’. Según ese ‘lector’, no podíamos ‘mentir de esa manera. La píldora del día después es abortiva, y Jaume Ribell está desinformando sobre ese caso’.

Naturalmente, solté una carcajada. ‘¿Quién ha escrito esto, Roberto?’. ‘Una lectora’, me dice. ‘Pero piensa que Xavier Sobrevía, que es doctor en medicina, apoya esta opinión’.

El tal Xavier Sobrevía

Xavier Sobrevía es un cura. Católico, apostólico y romano, y es uno de los principales impulsores de la Revista del siglo XIII.

Ex redactores de la revista ya me dijeron, cuando les comenté el tema de la píldora, que habían tenido problemas cuando escribían algo que el tal Sobrevía no le sentaba bien.

(Cabe decir, chascarrillo interno, que la corrección automática del procesador de textos, convertía automáticamente a mosén Sobrevía como mosén ‘Sobèrvia’. Lo cual no deja de ser cachondo…).

Los ‘mártires’ franciscanos

Segunda señal de alarma: el reportaje sobre los franciscanos de Granollers. Resulta que durante los inicios de la Guerra Civil, hubo seis monjes franciscanos asesinados en Granollers. Unos monjes que cuando estalló la revolución del 36, no tuvieron mejor idea que hacerse una fotografía armados con fusiles. Algo que, según Roberto, se trataba de ‘una broma’.

El caso es que 70 años después, la parroquia franciscana de la ciudad inauguraba un gran lienzo al óleo recordando a los seis ‘mártires’. Y Roberto me mandó hacer una entrevista a mosén Santos por tal ‘efeméride’.

Cabe decir que el tal Santos aparecía frecuentemente por redacción. Se metía en el despacho de Roberto y cerraba la puerta. Supongo que le confesaba ‘a domicilio’. O a saber por qué cerraba la puerta. Fuera lo que fuera, estaba claro que no querían que les oyeran.

Tercera señal de alarma: cuando Roberto me envió a hacer una entrevista a los jóvenes que llevaban la catequesis en la parroquia de Sant Esteve de Granollers. Los chavales se mostraron muy libres, amables y abiertos dentro de su doctrina. Tanto, que tiempo después me encontré con uno de ellos, y me contó que le habían quitado su grupo de catequesis.

¿Católicos ‘progres’? Ni hablar…

Cabe decir que antes de eso, oí a Roberto en una conversación telefónica diciendo: ‘Sí, los chavales han dicho que el cura de Sant Esteve es bastante progre, jeje…’.

Cuarta señal de alarma: Maria de Gracia. Era una señora que en principio era una colaboradora externa, que después pensamos que era el propio Roberto Giménez, y que finalmente, según Jordi Abayà, era la madre de Roberto.

El caso es que, como no había bastante con la columna de religión que escribía mosén Sobrevía, la tal María se cascaba una media página semanal sobre Cristo Rey, el catolicismo, y toda la pesca. Hasta que el entonces presidente de la empresa le paró los pies.

Carles Font le dijo a Roberto que la revista no debía adoctrinar. Se acabó la sección ‘de gracia’, pero fue un paso más hacia la denostación de Font (ver el post anterior sobre Manel Balcells).

*Lección aprendida: Un periodista debe informar, y no adoctrinar al lector. Para eso ya están las iglesias y los demás lugares de culto.

SOBRE EL SINDICALISMO EN EL VALLÈS (Y EL TRABAJAR ILEGALMENTE)

Nada más llegar a Revista del Vallès me quedó claro cómo las gastaban. Resulta que me ficharon porque lo dejaba su por entonces responsable de deportes, Sara Ramos, para ser jefa de prensa del Club Natació Granollers (cuna de algunas de las medallistas en sincronizada, entre otros méritos…)

Así pues, se creaba un vacío que yo, con ciertas dudas, fui a llenar. Luego me di cuenta que eso fue en detrimento de José Antonio Pilar (más tarde director de Línia Vallès), quien se encargó de los deportes. El entonces director, Roberto Giménez, me contó que Pilar era ‘un loco: está mal de la cabeza’.

No seré yo quien defienda a Pilar (tras mi primer artículo me dijo: ‘Felicidades: un primer parágrafo de veinte líneas sin un punto y aparte’). Pero lo cierto es que le estaban haciendo mobbing. Lo denunció. Envió un burofax a Sitjes (la empresa de publicidad de la revista), y Roberto decidió fulminarle.

Firma esto,  no preguntes

Pilar se había acogido a un sindicato. Y aunque nunca nos lo comunicaron, consiguió meterles un paquete a la empresa por despido ilegal. Tras eso, y siendo yo un recién llegado, se me presenta Roberto con un papel en la mesa y me dice: ‘Firma esto’. Y pregunto yo: ‘¿Qué es?’. Y me replica: ‘No preguntes y firma’. Y yo me mosqueo y le digo: ‘No pienso firmar nada que no sepa qué es’.

Paco Monja, último director de la revista, también presente, y riendo sinceramente ante mi actitud contestataria, me lo contó: ‘Es para que no se constituya ningún comité de empresa. Firma si quieres, si no, no’. Bueno, yo firmé. Tampoco sabía muy bien lo que firmaba. Tenía 20 años. Hoy, 34.

Años después supe que Paco había sido un destacado líder sindical de la UGT y que entre otras cosas, negoció despidos tan gordos como el del cierre de la mítica Roca Umbert (hoy Fàbrica de les Arts: nido de los castellers, de la NAU-B1, del espacio teatral Arsènic, del CUB de locales de ensayo, de la biblioteca..). Pero Paco, curado de mil espantos, sufridor de Roberto durante décadas, con los cojones más pelados que la cabeza de Kojak, se lo tomaba, como todo, con mucha tila y tranquilidad. Pero el sindicalismo volvería a aparecer en esa redacción. Y esta vez, por razones de causa mayor.

El primer ERE

Cuando ya llevábamos un par de años en crisis, la empresa propuso presentar un ERE. Fue el primero de tres (yo los dos siguientes ya no los viví porque ya me habían largado).

La empresa (Tarafa Editora de Publicaciones) proponía lo siguiente: declararía un ERE según el cual se beneficiarían de unas ayudas de la Generalitat. Se trataba de que el Govern se encargaba de pagar la mitad de nuestra nómina. Eso sí, teniendo en cuenta que todos los empleados debíamos estar a media jornada, es decir, trabajando cuatro horas diarias, y no ocho.

Eso de las horas que haces en periodismo es muy difuso, porque muchas veces acabas trabajando fuera de horas por diversos motivos. Pero el caso es que Xavier Quer, entonces gerente, nos invitó amablemente a seguir trabajando la jornada completa. Con la perfecta complicidad de Roberto Giménez, el director, que pese a decir pestes de Quer en privado, no tenía consciencia de ser un trabajador más (y por tanto, un afectado más), sino que tenía la desviada creencia de que él ‘estaba a parte’.

Dicho en plata: la empresa y la dirección nos estaban induciendo a cometer una ilegalidad. ‘La revista no saldrá si no se sigue haciendo la jornada completa. Simplemente, si viene un inspector de trabajo, decidle que estáis haciendo las cuatro horas del ERE’.

Tentado estuve de llamar a un inspector de trabajo. Y que les metiera un buen puro. Pero cedí. Como todos. Nos portamos bien. Demasiado bien. No como otros después. Pero el caso es que al final, la cosa explotó.

Vuelve el sindicalismo al Vallès

En una de las reuniones de los viernes para planificar la revista de la siguiente semana, salió el tema del ERE. En mis palabras: ‘Esto no os saldrá gratis’. Efectivamente: ahora me lo cobro. El caso es que Paco sugirió llamar a la UGT.

Roberto reaccionó: ‘¿Es realmente necesario?’. Yo respondí con un ‘SI’ ruidoso. Y vino la UGT a supervisar el proceso del Vallès. Mi finiquito me lo dieron. Pero engañaron a gente de Sitjes publicitat (no UGT, sino Tarafa, Quer en concreto, cosa que les dejó sin finiquito). Engañaron al propio Catafal, presidente de Tarafa, a quien dejaron con el culo al aire montando la nueva empresa del Vallès del siglo XXI, donde Juan Viñallonga y el mosén Xavier Sobrevía (principales culpables de ese nuevo engendro) dictan sentencia. Incluso aún le deben dinero a quienes dan la cara por el ‘Vallès del siglo XIII’, aunque le carguen la cuenta a otros…

*Lección aprendida: Defiende tus derechos. Y defiende tu profesión (más aún cuando algunos están 'fichando' a no profesionales para escribir de gratis...).

¿ROBERTO GIMÉNEZ ES DIESTE LACRUZ?

 

Fue un lunes de junio. El mismo día en que la redacción de Revista del Vallès supo que la empresa había decidido cerrar y acabar con una cabecera histórica –más de siete décadas acumulaba a sus espaldas-. La noticia la conocimos por la tarde. Antes, por la mañana, pude leer en facebook el regreso triunfal del anterior director, Roberto Giménez. Curiosa coincidencia. Sobre todo cuando dicho regreso pretendía anunciar la puesta en marcha de una cuenta de twitter en la que, decía textualmente, “no seré tan políticamente correcto como en Revista del Vallès”. Y a continuación llegaba la puñalada. “Una revista”, decía en relación a Vallès, “que por cierto ya no reconozco”. Roberto, siempre acostumbrado a ir a su bola, no debe conocer la diferencia entre la incorrección política y la falta de elegancia y, ya no digamos, de respeto hacia sus ex compañeros.

 

“¿Por qué no la reconoce? Si prácticamente no ha cambiado nada”, se preguntó un redactor, ignorando que en aquel momento ya tramaba el señor Giménez la aparición del Vallès del Segle XXI, y que por lo tanto tocaba empezar a deslegitimar un medio histórico en pro de sus intereses personales. Más allá de esta reflexión, y después de haberle dado muchas vueltas, he llegado a deducir que si Roberto no reconocía la Revista del Vallès en su última etapa -él había abandonado la dirección a causa de una enfermedad-, era probablemente debido a la ausencia de una firma, digamos, “clásica” –sí, entre comillas-. Me refiero, como no, a Dieste Lacruz.

 

La leyenda del redactor sin rostro

 

¿Quién es Dieste Lacruz? Podríamos decir que los lectores de Revista del Vallès lo conocerían perfectamente, pero no sería cierto. De hecho, ni siquiera los redactores de la propia revista lo conocíamos. Nadie había visto jamás su rostro, ni siquiera hablado por teléfono o intercambiado correspondencia electrónica con tan misterioso redactor. El único que parecía conocerlo personalmente era el propio Roberto. Lo que sabemos de él a estas alturas, es que sus artículos solían abordar temas polémicos e incómodos. Y que su estilo, cercano a esa incorrección política que tanto parece gustarle a Roberto, elevaba al cubo el nivel de polémica e incomodidad. Su ideología, huelga decirlo, se situaba en la misma órbita que la del entonces director. De hecho, podría afirmarse que sus artículos decían exactamente aquello que Roberto podría pensar pero no firmar como director de una revista seria.

 

Por todo ello empezó a circular en la redacción el rumor de que el tal Lacruz no era otro que Roberto escribiendo bajo seudónimo aquello que no se atrevía a firmar con su propio nombre. Ya saben, todo gran personaje tiene una identidad secreta. Peter Parker es Spiderman, Clark Kent es Superman, Bruce Wayne es Batman y Roberto Giménez es... ¿Dieste Lacruz? Obviamente, no disponemos a fecha de hoy de pruebas que justifiquen tal afirmación, pero tampoco existe ninguna prueba que certifique la existencia del señor Lacruz. Y teniendo en cuenta que en épocas pretéritas había sido frecuente en Revista del Vallès el uso de seudónimos incluso para insultar públicamente a cargos electos –vean el artículo sobre Rosa Martí en este mismo blog-, solamente podremos salir de dudas si Dieste Lacruz se digna algún día a salir de su escondite. O si Roberto nos ofrece alguna explicación convincente. Quién sabe si veremos su firma en el Vallès del Siglo XXI, o si Roberto le habrá dedicado algún capítulo de sus tan publicitadas memorias. Hasta entonces, permanecerá intacto uno de los grandes misterios de la prensa comarcal. Dieste Lacruz, la leyenda del redactor sin rostro.

 

*Lección aprendida: Esconderse bajo un seudónimo no es periodismo. Es de cobardes.

ORIOL SERRA

*PD.- Al leer este texto del ex compañero Oriol Serra, añado una apostilla que viene a colación. Resulta que un día llamaron a redacción, lo cogí yo, y me preguntaron por Dieste Lacruz. Naturalmente, como bien ha explicado Oriol, nadie sabíamos nada sobre él excepto lo antes expuesto. Así que, por decir algo, le dije que era un colaborador externo que nos enviaba los artículos, y que no estaba nunca presente en redacción. Pregunté por qué quería hablar con él para pasar el recado, y que me diera su nombre y teléfono de contacto para que le respondiera.

 

El interlocutor, muy cabreado por algo que se había publicado bajo esa firma, anunció que iba a interponer una querella contra Diestre Lacruz y contra la Revista. Cuando colgué fui al despacho del entonces director, Roberto Giménez para informarle: ‘Mira, que acaba de llamar alguien amenazando con querellarse por ese artículo publicado por Dieste Lacruz’.

 

Puso cara de circunstancias y le inquirí: ‘Oye, Roberto, ¿quién es ese tal Lacruz?’ (un apellido, dicho sea de paso, muy cristiano). Y me mantuvo que era un colaborador externo. Que ya sería él quién le haría llegar el recado.

 

Tiempo más tarde, una mañana a primera hora, Roberto se levantó porque tenía que ir a los juzgados (una cosa que ocurría con más frecuencia de la deseable). ¿Y eso? Por el caso Lacruz. ‘¿Y cómo es que vas tú?’. ‘Él no podía ir y voy yo en representación de la revista y suya’.

 

Casualmente, a partir de entonces la firma de Dieste Lacruz no volvió a aparecer en las páginas del Vallès… 

EL DÍA EN QUE UNA ESTAFA MULTIMILLONARIA A HACIENDA ME PERMITIÓ TENER PLAZA DE APARCAMIENTO ASEGURADA.

Que la justicia en España camina a paso de tortuga y es, como mínimo, de dudosa efectividad, es una cosa en la que creo que todos estaremos de acuerdo. Y este es un caso paradigmático.

Ocurrió a finales de los años 90. Una estafa a Hacienda de casi 60 millones de (las entonces) pesetas. Se trataba de Jordi Ibáñez Xicota y su padre, Vicente Ibáñez Fornàs. Habían ideado una red de empresas falsas en Holanda a las que, en teoría, vendían material informático. La red servía para blanquear dinero negro, y Hacienda los pilló.

Para conseguir su objetivo, convencieron a diversos vecinos de Granollers para que les hicieran de testaferros, prometiéndoles 50.000 pesetas mensuales a cambio de, simplemente, estampar su firma en un papel. Muchos picaron. Entre ellos el mítico Francesc Payàs, una persona emblemática de la ciudad que, pese a su discapacidad psíquica, se ha convertido en un personaje entrañable de Granollers.

El caso hacía años que andaba por los caracolescos caminos de la burocracia judicial. Y no fue hasta después de diez-años-diez, que volvieron a llamar a declarar al bueno de Payàs. Lo hizo saber a la Revista del Vallès. Lo publicamos. Y al poco nos llama Joana Alcalde. ¿Quién es ella?

La ‘ex’ engañada

Alcalde era la ex esposa de Ibáñez Xicota. Había estado callada tantos años por la vergüenza que le producía todo ese caso. Pero entonces, cuando la llamaron a declarar de nuevo, como a Payàs, decidió sacarlo todo. Sus hijos no estaban a favor de hacerlo, pero ella estaba decidida: necesitaba vomitarlo.

Quedé con ella y me contó toda su versión de los hechos. Su propio marido la había puesto de presidenta de algunas de esas empresas ‘fantasma’ en Holanda. Ella no sabía nada. Hasta que leyó en la prensa que su marido estaba imputado por presunta estafa multimillonaria a Hacienda.

Lógicamente la mujer estaba molida. Y ultrajada. Y por eso no quería callar más (también en su propia defensa, claro). Y es que el juez encargado del caso había mandado incautar las cuentas corrientes de todos los implicados antes de que demostraran su inocencia. Eso diez años después…

El caso es que, una vez publicada la ‘confesión’ de todo lo que se había callado Alcalde en una década, recibimos una llamada en redacción. Era Ibáñez Xicota, que nos amenazaba de denunciarnos tanto a la revista como a su ex mujer. En vista de este plan, decidí documentarme sobre el tal individuo.

El tal Ibáñez Xicota

Lo primero que descubro es que está en la calle y anda mezclado con negocios de prostitución. Y entre otras cosas, descubrí que tenía un piso a su nombre en el centro de la ciudad y que también estaba a su nombre una entrada de parking muy cerca de redacción.

Ese parking estaba embargado como el resto de sus bienes inmuebles. Así que, como era una propiedad privada, y no una plaza pública, pues la grúa no aparecía si no la llamaba el propietario. Como por entonces el ‘propietario’ era Hacienda, por fin acabé con los sempiternos problemas para aparcar en Granollers (la segunda ciudad de Catalunya con más coches por habitante por encima de Barcelona y sólo superada por Figueres).

La cuestión es que, más allá de descubrir una plaza de aparcamiento de oro al lado del centro de la ciudad, sabiendo que nunca iba a venir la grúa por mucho que fuera un vado, el conflicto continuaba.

Volvieron a llamar a declarar a Payàs. El caso salió hasta en programas de televisión de alcance estatal. Al final, lógicamente, fue absuelto. Pero todavía no he conseguido saber que pasó con los ‘Ibáñez’. Bueno, sé que el padre, Vicente, murió. Pero ignoro todavía si el hijo ha acabado en prisión o no. La justicia en Ejpaña…

*Lección aprendida: Si tienes que esperar a que actúen los juzgados, investiga por tu cuenta. Ni que sea para saber dónde aparcar…

EL DÍA (BUENO, LA NOCHE) EN LA QUE ME AMENAZARON DE MUERTE

El asunto se llamaba ‘células de la abundancia’, o ‘bolas de colores’. Se trataba a todas luces de una estafa piramidal: tú ponías 8.000 euros en un grupo de tintes espirituales y new age, y se supone que acababas recibiendo 80.000. ¿Cómo? Metiendo a otras personas que pusieran esos 8.000 que, en teoría, tú te ibas a quedar. Todo basado en la exaltación de la bondad del ser humano, el dar sin esperar recibir, el crecimiento personal y el trabajo en equipo. ¿Suena cojonudo, no? Pues no.

La liebre la levantó un amigo que me llamó a redacción. Estaba dudoso. Le habían ofrecido entrar en ese sistema, y me lo contó tal cual. ‘¿Cómo lo ves?’, me inquirió. ‘Pues como lo que es: una estafa de libro’. ‘Sí, ¿no? Por eso te lo digo’. Me dio pistas leves sobre quién estaba detrás de todo aquello. Y documentándome y tirando del hilo, vi que una de las ‘cabecillas’  era una granollerense: Montserrat Gascón, una autodenominada ‘osteópata bioenergética celular’.

Según sus teorías, ella era capaz de curar males con imposición de manos sobre el pecho porque el pericardio, la membrana que envuelve el corazón, era el órgano que dictaba los rigores del cuerpo humano, y no el cerebro.

Buscando a Gascón

Lógicamente intenté encontrar a Gascón. En su consulta privada de Granollers me decían que nunca estaba, siempre estaba de viaje dando ‘simposios’ sobre sus peregrinas teorías. Al final la localicé, fuera del país, vía móvil. La entrevisté. Ella decía que todo eso de las células de la abundancia eran ‘regalos’, y que por tanto si cada cual tributaba a hacienda lo correspondiente por esos ‘regalos’, ¿qué había en ello de presunto delito? (¿os suena de algo esta argumentación…?).

El caso es que publiqué un reportaje a doble página que tuvo cierta repercusión. La suficiente como para que me llamaran de diversos medios de alcance estatal para preguntarme por ello. Hasta salí en Tele 5 por la tontería esta. Habían grabado con cámara oculta una de las reuniones de estas ‘células’ en un hotel de Madrid. Y es que la cosa andaba esparcida por toda la península (y en otros países).

Tras la publicación, empezaron los problemas. Primero Gascón que pedía una rectificación pública o se iba a querellar. La invité a que lo hiciera. No lo hizo. Después conexiones con grupos identificados como sectas como Amalurra en el País Vasco, o grupos de Madrid que organizaban tomas de peyote asegurando que ‘no era ninguna droga’.

Hubo personas privadas de diversos puntos de España que querían salir de esa  ‘cosa’ y me pedían incluso ser testigo en juicios, porque se lo habían robado todo; porque cuando pedían que les devolvieran el dinero, no lo hacían; porque habían llevado hasta 10 personas nuevas al grupo, y hacía año y medio que esperaban los 80.000 euros… Esas personas coincidían en una cosa: en las reuniones de sus grupos, fueran en Mallorca, Vitoria, Canarias, Murcia o Madrid, y visto el revuelo creado, los ‘jefes’ les decían que el tal Jaume Ribell era un empleado de banca destinado a destruir su maravilloso sistema de crédito y crecimiento económico entre buenas personas que se amaban. Muy bonito todo.

La actuación policial

A todo esto, la oficina encargada de estos temas de los Mossos d’Esquadra (y de otros cuerpos) estaban en todo momento informadas del tema. Entre otras cosas porque recibí una amenaza de muerte. Eran finales de julio, de madrugada, a eso de las 3:00. Sonó el teléfono. Me levanté y lo cogí: una voz con acento argentino me dijo, entre sollozos, que era un hijo de puta. Y que me iban a matar. ‘Te vamos a matar. Cabrón. Hijo de puta. Te mataremos’. Y llorando, me colgó.

Luego supe que uno de los del grupo del peyote en Madrid era argentino y que había ido a la trena. Años después descubrí que el tal individuo, que vendía CDs de meditación transcendental, había sacado un libro de autoayuda sobre su ‘injusta’ estancia en prisión y cómo eso le había ‘enriquecido’ en su crecimiento como persona.

Las detenciones no fueron sólo en Madrid. También las hubo en Barcelona y otras ciudades. Gascón se salvó (debía tributar…). Otros de los que introdujeron este ‘método de crecimiento personal’ en España habían desaparecido. Unos se fueron a vivir a Estados Unidos ‘por los estudios de sus hijos’. Otros a Suiza (donde estaba el ‘depósito central’ de lo que recaudaban todos los grupos).

El caso es que, tras las detenciones, la cosa se frenó. Me consta que sigue de diferente forma, con diferente nombre, y en círculos pequeños para no llamar la atención. Había mucha gente de Granollers metida en esta mierda. Y gente importante. Nunca saqué sus nombres. Y no lo haré ahora. Pero los sé.

*Lección aprendida: que no te amilanen a la hora de dar una información. Y si te amenazan de muerte, llama a la poli.

LA ‘FRESCA’ DE PIETAT SANJUÁN

A ver, una cosa: no sólo Roberto Giménez comete errores. Yo también, y muchos. Quizás más que él (aunque no creo que peores…). El caso es que uno de mis errores más gordos incumbe a la protagonista del post de hoy. Realicé un reportaje que no le sentó bien a Pietat Sanjuán, regidora del tema sobre el que iba la pieza. Me llamaron y me dijeron que incluso se estaban planteando emprender acciones legales contra la revista. Yo me acojoné, claro. Era la primera vez que me pasaba eso. Y Roberto, de nuevo, me aleccionó: ‘Espero que aprendas la lección’.

Naturalmente, lejos de alimentar la confrontación, me disculpé de todas las maneras posibles. Releí el reportaje y me di asco a mí mismo. Efectivamente, era tan superficial, amarillista y sensacionalista que entendía que se quisieran querellar. Se me habían pegado ciertas ‘rutinas’ nada recomendables. Así que tiro la primera piedra, porque yo también he sido culpable. Pero todo esto es el preliminar para hablar de otra historia.

Resulta que Sanjuán se iba de viaje unos días (una semana, creo recordar) a Italia. Y se iba sola. O eso publicó Roberto en la sección ‘Confidencias’ (ver anteriores posts). Y más allá de si hablar de la vida privada de una edil es ético o no, y más allá de considerar eso ‘información’, Roberto no se pudo contener y soltó una de sus coletillas: ‘Sanjuán sola por Italia. ¡Qué peligro!’.

No recuerdo si Pietat se querelló o al final lo dejó correr. Pero sí recuerdo que años después, de forma casual, salió el tema de que se había casado. Consciente de ello, le pregunté a Roberto: ‘¿Vas a publicar algo?’. Y entonces parece que fue él quien había aprendido la lección: no publicó nada.

*Lección aprendida: Porque una mujer se vaya sola de viaje (en caso de que fuera cierto, que no lo sé), no es motivo para insinuar que es una fresca.

EL DÍA EN QUE ‘ETA’ MATÓ A 200 PERSONAS EN MADRID

Recuerdo muy bien ese día. Era un jueves por la mañana. Ya desde que me levanté iba oyendo las noticias desde la ducha. Aún no había cifras oficiales, pero había sido una tragedia. Ya en el coche, de camino a redacción, seguía las novedades. Era terrorífico.

Llegué al trabajo y lo primero que me dijo mi entonces director, Roberto Giménez, fue: ‘la portada de mañana es sobre ETA. Escribid cada uno una columna de opinión sobre el atentado’. Yo no acababa de comprender por qué una revista comarcal tenía que hablar de ETA (a no ser que fuera, como pasó en 1991, que la organización terrorista tuviera conexiones en el territorio, como el tiroteo que hubo en Lliçà d’Amunt y donde murieron dos jefes del comando Barcelona). Pero el caso es que estábamos todos tan traspuestos por lo que había pasado, que actuamos como autómatas (al menos yo).

Ya a media hora de la mañana, a eso de las 11:30. Medios de fiar como la BBC estaban apuntando abiertamente hacia Al-Qaeda. Se lo dije a Roberto: ‘Oye, que la BBC está diciendo que no está nada claro que sea obra de ETA’. Ni caso.

Las llamadas de Aznar

En mi propia defensa recordaré que fueron varios los diarios españoles que decidieron incluso sacar una edición vespertina (cosa que no sucedía en décadas), para sacar un número especial sobre ese drama. Y es cierto, como se supo después, que el entonces presidente del Gobierno Central, José María Aznar, llamó uno por uno a los medios generalistas para asegurarles que las investigaciones se centraban en ETA.

Así pues, todos nos equivocamos. Nos quisieron engañar. Recuerdo la reunión de todos los viernes, un día después del atentado, y dos antes de las elecciones generales del domingo. Con las cosas ya más confusas, le dije a Roberto: ‘Lo que está haciendo el Gobierno es vergonzoso. Cuando todo el mundo habla de los islamistas, y cuando los propios portavoces de Al-Qaeda han declarado que este atentado es obra suya por la guerra de Irak, me parece asqueroso que mientan así a la gente. Deberían rectificar. Sería más honesto decir la verdad y acarrear con la culpa’.

Roberto soltó una sonrisa irónica y aceptó: ‘No van a decir la verdad’. Al final, la verdad la dictaron las urnas. Y cuando ya estaba claro que era cosa de Al-Qaeda, hubo destacados colaboradores que dejaron de colaborar, por el uso partidista que se hizo del asunto.

La portada de ese viernes fue: ‘ETA tiñe de sangre el final de campaña’, con la portada en negro y gotas de sangre. Paco Monja, entonces subdirector (y decano de los periodistas de la comarca), le dijo a Roberto: ‘Oye, que Montserrat Ponsa ha dicho que después de ver esa portada, no quiere escribir más aquí’. Yo, que por entonces aún no conocía personalmente a Ponsa, le pregunté a Roberto por ella. Y me respondió: ‘Es de esas de la teología de la liberación…’.

*Lección aprendida: No mientas.

EL DÍA EN QUE UN EX ASESOR DE JORDI PUJOL ME DIO LECCIONES DE POLÍTICA COMUNICATIVA

La cosa se llamaba Eix Verd: un complejo de 200 viviendas en pleno centro de Granollers. Lo montaba una de esas constructoras salidas de la nada en la época del globazo inmobiliario: el Grup Gaudir.

Se trataba de transformar la antigua fábrica de Can Comas en un complejo residencial. Pero en cuanto empezaron las obras, hubo vecinos que llamaron a Revista del Vallès porque les estaban saliendo grietas en las paredes a raíz de las obras, y la empresa no respondía.

Como la responsabilidad social obliga, me hice cargo del caso. Fui a esas casas, vi las grietas, e informé de ello. Poco después me llaman des del grupo Gaudir: que quieren hablar conmigo. Me habla su jefe de comunicación. Quieren quedar un día conmigo para comer en Barcelona, en un restaurante de la zona alta, de tropecientos euros el cubierto. Yo naturalmente les digo que vale. Comida gratis.

 

Taxista y restaurante de lujo

El día y a la hora acordadas, me pasa a buscar un taxi a la puerta de redacción. Resulta que el taxista es un porreta que se me pone a liar un porro mientras conduce. Me dice que si quiero. Le digo que no.

Llegamos al restaurante, de cuyo nombre no quiero acordarme, y me reciben la presidenta del grupo empresarial, el jefe de prensa que había hablado conmigo, y otro individuo que todavía hoy no he conseguido identificar. Creo que era el arquitecto del proyecto, por los planos que me mostró.

La presidenta (cabello planchado, pañuelo de tul con estampado terrorífico al cuello, cutis de bronceado artificial) me saludó y me invitó a sentarme. Me senté. Pedimos. El ‘arquitecto’ eligió el vino. Mientras íbamos comiendo, la presidenta me iba explicando las grandezas del grupo Gaudir (cabe decir que mi director, Roberto Giménez, me quiso ‘avisar’ enseñándome una página de la sección de economía del diario El Mundo donde hablaban muy bien del grupo Gaudir, en plan ‘que sepas con quién estás tratando’).

Y yo lo sabía, por supuesto. Pero no lo tuve claro del todo hasta que, después de comer y antes del postre, el jefe de comunicación (de cuyo nombre tampoco quiero acordarme), me dijo que si fumaba. Le dije que sí. Me ofreció un puraco de los de 40 euros. Le dije que yo fumaba Lucky Strike.

Taparlo todo

Salimos fuera. Él me ofreció fuego y después se encendió el puraco. ‘¿Sabes? –dijo-. Yo fui asesor de Jordi Pujol cuando era presidente’. ‘Ah ¿sí?’ respondí sorprendido. ‘Pues sí. ¿Y sabes qué pasaba cuando había un gabinete de crisis? Pues que no se hablaba de ello. Pasó con un túnel que construíamos. Hubo unos cuantos trabajadores muertos por una explosión. ¿Y crees que dijimos algo? ¿No ves que si lo dices, a la mañana siguiente estará en la portada de todos los periódicos?’. Y yo le contesté: ‘¿No ves que, lo digas o no lo digas, se acabará sabiendo igualmente, y encima quedarás como un mentiroso?’.

Está claro que el tal ex asesor (un señor mayor y poco puesto en la realidad comunicativa actual), venía de la vieja escuela del ‘taparlo todo’. Yo le dije: ‘Mira, si se comete un error, yo creo que lo mejor es: primero, comunicarlo antes de que lo hagan otros. Segundo, aceptar la culpa. Y tercero, proponer soluciones y, sobre todo, pedir perdón’.

El tío me soltó una sonrisilla irónica. Y me dijo: ‘Mira, en poco inauguraremos una promoción de más de mil pisos en Gran vía, delante de La Campana. Te invitaremos y hacemos otra comida, ¿vale?’. Yo le dije: ‘Pues vale’. Estaba claro que, de forma muy sibilina, me invitaba a no hablar más de los problemas que había con sus obras en Granollers.

La cuenta la pagó el arquitecto con una Visa Oro. Más de 300 euros por cuatro cubiertos. Ya de camino de vuelta, el taxista fumeta, al llegar a Granollers, me invitó a hacer un carajillo. ‘Vale’, le dije. ‘¿De qué lo tomas?’, me preguntó. Le dije que de coñac o whisky (güisqui, según la eficaz Real Academia de la Lengua). ‘Yo lo tomo de vodka. Tiene el punto fuerte del alcohol, pero no le quita sabor al café’. Ok, le dije, que sea un carajillo de vodka pues, lo provaré. Estuvimos comentando la jugada y hablando de política (él había estado en la JNC). En un momento dado me miró y me dijo: ‘Tú harás carrera en esto’. Y yo le dije: ‘No’.

*Lección aprendida: El vodka en un carajillo no mata el gusto del café.

¿CONEXIONES NEONAZIS EN EL VALLÈS?

Que el ex director de Revista del Vallès, Roberto Giménez, es una persona -por decirlo finamente-, bastante de derechas, es un hecho que no se le escapa a nadie. Hechos como que tuviera un poster de un nazareno en la procesión de Valladolid en la puerta de su despacho son una prueba inequívoca (la de Valladolid está considerada para los extremistas católicos como la más ‘pura’, considerando procesiones como la de Sevilla poco más que una feria folclórica para guiris).

También es una prueba inequívoca que en su correo electrónico llegaran boletines de asociaciones anti-aborto (o pro-vida, como ellos mismos se llaman), o más aún, de la Hermandad del Valle de los Caídos (y no he hackeado su correo: lo tenía que revisar cuando él estaba de vacaciones). Pero la duda razonable que me hizo pensar que Roberto estaba más metido en la extrema derecha de lo que pensaba fue el día en que visitó la redacción un pintoresco personaje.

No me refiero al conocido como ‘el afilador’, personaje siniestro a los que muchos granollerenses ya tienen ubicado y que nos visitaba indefectiblemente cada navidad para intentar vendernos los números de lotería de la Falange (con el aguilucho pre-constitucional estampado en ellos). No, peor que eso.

Se trataba de un individuo joven, orondo, que un buen día se presentó en redacción. Llevaba toda la indumentaria neonazi: desde la cabeza rapada, hasta una camiseta con marcas inequívocas, pantalones militares, botas martens y gafas de sol de esas que llevaban los franquistas no sé sabe muy bien por qué.

Yo estaba cerca del despacho, de espaldas, y tendí la antena. El chaval había venido a enseñarle a Roberto ‘unas fotos de la última fiesta que hemos montado. ¡Mira, mira!’, le decía con orgullo y soltando unas risas ahogadas dignas de un orangután trepanado.

Roberto se limitó a decirle, en tono muy bajito: ‘Aquí no, hombre, aquí no, que me pones en un compromiso’. Me giré y Roberto tenía una expresión mezcla de ‘sonrisa cómplice para que veas que me siento orgulloso’, y ‘sonrisa nerviosa de: lárgate rápido y que no me vean más contigo aquí’.

No sé qué contenían esas ‘fotos de la fiesta’, pero sin duda, estaba claro que aquella visita inesperada había puesto muy nervioso a Roberto. Desde entonces, nunca más vimos a ese individuo en redacción.

*Lección aprendida: Si simpatizas con neonazis, al menos que no te visiten en redacción.

EL DÍA EN QUE TERRADES FUE ALCALDE (POR UNAS HORAS)

Ubiquémonos: estamos justo después de las elecciones autonómicas que dieron lugar al primer tripartito. Cuando éste se cuajó con el ‘pacte del Tinell’, hubo movimientos de sillas. Y uno de ellos afectó al entonces alcalde de Granollers, Josep Pujadas. A Pujadas le pusieron como máximo responsable del MNAC (el Museu Nacional d’Art de Catalunya). Y por lo tanto, la alcaldía granollerense quedaba vacía.

Lo normal en estos casos es que el favorito del partido fuera el substituto. Y ése era Jordi Terrades. Pero resulta que en la agrupación local del PSC no gustaba Terrades, porque estaba más pendiente del Parlament del parque de la Ciutadella, que no de la cosa local.

En ese sentido, el favorito de las bases granollerenses era Josep Mayoral, ex maestro de la Escola del Treball y buen conocedor del día a día cotidiano de la ciudad. Así que la elección interna del nuevo alcalde andaba dividida.

Votación del nuevo alcalde

La votación se realizó un jueves a las 20:00. La Revista del Vallès, por entonces, todavía salía por imprenta, y no por rotativa. Con lo cual, no llegábamos a tiempo de sacar en portada al nuevo alcalde de la ciudad. Mientras que la competencia directa, El 9 Nou, sí iba con rotativa, así que ellos seguro que sacarían el nombre del alcalde en portada, puesto que tenían más horas de margen.

No era la primera vez que el 9 nos ‘robaba’ una portada. Cada vez que había una noticia importante el jueves por la tarde, sabíamos que sería su portada, porque nosotros no lo sacaríamos. Pero en esa ocasión era algo distinto: era un cambio de alcalde, un notición, y el director, Roberto Giménez, se empeñó en que teníamos que salir con el nombre del nuevo alcalde en portada.

‘Roberto –le dije-, lo más honesto es que contemos lo que sabemos y punto: que al cierre de esta edición se estaba votando quién sería el nuevo alcalde, y que aunque el candidato claro del aparato del partido es Terrades, hay rumores fundamentados de que la agrupación local prefiere a Mayoral, y nos curamos en salud y quedamos como unos señores’. ‘Ni hablar –espetó-. El 9 tendrá el nombre en portada mañana. Y además, he hecho alguna llamada, y el alcalde será Terrades’. ‘¿Qué llamada? ¿A quién?’. ‘Eso da igual, créeme, el alcalde será Terrades’. Ok, a callar pues.

¿Terrades alcalde?

El viernes por la mañana llego a redacción. Cojo la revista de la semana: en portada, una única foto con el titular: ‘Terrades, alcalde’. Voy hacia mi mesa, saludo al personal, y detecto caras muy largas. Le pregunto a Jordi Abayà, que se sentaba delante de mí: ‘Jordi, ¿qué ha pasado?’. ‘¿No lo sabes?’, me pregunta extrañado. ‘Pues no, acabo de llegar, ¿qué pasa?’. ‘Que el alcalde es Mayoral’.

Resultó que, como se intuía, la agrupación local eligió a ‘Mayo’ como nuevo alcalde. En la reunión de todos los viernes para planificar la revista de la siguiente semana, le pregunté a Roberto: ‘Pero ¿por qué estabas tan seguro de lo de Terrades? ¿Con quién hablaste?’ Roberto no quería hablar.

Está claro que habló con alguien del ‘aparato’ del partido. Y él, acostumbrado al que ‘quien manda es el que manda’, no contempló la posibilidad que, efectivamente, podía pasar que la democracia interna pesara más que la imposición.

*Lección aprendida: No publiques una noticia cuando todavía no se haya producido.

‘OYE, GUAPITO DE CARA: NO TE PERMITO QUE ME HABLES EN ESE TONO’

Frase literal, la que titula el post de hoy. Naturalmente su autor (cómo no, Mister Roberto Giménez), lo negará, o dirá que estoy chalado (cosa cierta, aunque no tanto como él). Pero así fue. Fue el último episodio antes de mi despido. Y para mí fue bastante divertido. Os cuento…

Un colaborador ‘fantasma’ de la revista había escrito una columna dejándome a parir. Se trata de M. Riera, autor de ‘La columna del lector’. La idea de esa columna, en principio, era que cada semana un lector distinto diera su opinión sobre algún tema de actualidad. Idea loable, ¿no? Pues no, porque resultó que eso fue la excusa para que el tal Riera (al parecer, un abogado de Granollers, al que nunca nadie vio en redacción), se apropiara de dicha columna escribiendo cada semana en ella. Y curiosamente, con una ideología cercana a la del director Giménez (es decir: a la derecha de la derecha, y más allá…).

La cuestión es que yo había escrito en mi columna ‘El bisturí’ un texto denunciando el drama de los desahucios, y recordando que el derecho a una vivienda digna era un derecho fundamental contemplado en la Constitución. El tal Riera me contestó directamente basándose en que sí, ese derecho estaba en la Constitución, pero que no era un derecho fundamental, cascándose una paja mental que dormiría a las ovejas, pero que conseguía el objetivo de alejar el foco del debate: los desahucios.

El misterioso M. Riera

El caso es que cuando veo eso publicado, voy al despacho de Roberto y le insto a que me diga quién coño es ese M. Riera. Y le digo que le voy a contestar en mi columna. Con una sonrisilla irónica me dice: ‘Hazlo’. Y lo hice.

Me despaché a gusto. Sin cortapisas. Consciente que mis días en esa revista se agotaban. Roberto me dijo que le dejara leer el artículo antes de publicarlo. Y lo leyó. Me vino hecho una furia: ‘¿Pero qué te has creído? No tienes derecho a hablar así de un colaborador. Esto no se publica’. ‘¿Que no se publica? –repliqué-. Y tanto que se publica. ¿Yo no puedo hablar así de un colaborador que ni sabemos quién es, y él sí puede hacerlo de un redactor de la revista? ¿A quién defiendes?’. ‘Lo que digo es que cambies esto y esto, es impublicable’. ‘No es impublicable: claro que es publicable. Es mi columna, mi opinión, bajo mi firma, con mi foto. Asumo las consecuencias de lo que escribo, y escribo lo que me sale de los cojones’.

Huelga decir que la tensión iba en aumento. En el fondo Roberto es un militroncho frustrado que no acepta que no le obedezcan. Un pobre legionario de Cristo Rey (y miembro de la hermandad del Valle de los Caídos, por cierto) que cree que quien no pasa por su sedal es el anticristo. Y así llegamos a la frase estelar, made in Roberto: ‘Mira, guapito de cara: no te permito que me hables en ese tono’. Yo me hice el cordero: ‘Ok, ok, ya retocaré esas dos cosas que dices, ok? Lo borro, punto’.

Evidentemente me guardaba un as en la manga. Roberto, el jueves por la mañana, siempre supervisaba (como hacíamos el resto) las prueba impresas de lo que saldría publicado el viernes. Yo envié a diseño la versión que él quería, y ésta es la que salía en las pruebas.

Cuando se fue, llamé a diseño. Una de las pintorescas cualidades de Revista del Vallès es que la empresa editorial (Tarafa) y la de maquetación (Sitjes publicitat), iban a parte. Y por entonces ya la empresa editora dijo a la publicitaria que rompían amarras por las pérdidas económicas de la segunda. En Sitjes andaban muy cabreados. Y les llamé: ‘Oye: que ese Bisturí que os he enviado es el malo. Ahora os envío el bueno’. Desde el otro lado del hilo telefónico se oyó una risa: ‘¿Qué, conspirando contra M. Riera? Jajaja…’. Luego abajo, en maquetación, en Sitjes, comprobamos que el tal Riera era un abogado que tenía su despacho en el centro. Pues vale. Muy bien.

‘Ven al despacho’

La cuestión es que llego el viernes a redacción y veo a Roberto con una cara muy, muy larga. ‘Ven al despacho’, me dice. Y voy, claro. ‘¿Ya lo has visto, no?’. ‘¿El qué? Acabo de llegar, aún no he ni abierto la revista de la semana’. Suspira hondo y me dice: ‘Pues que al final ha salido la versión de tu columna sin corregir. Se han equivocado en diseño’. ‘Vaya, pues no lo sabía’, respondí con una evidente sonrisilla de ‘por la escuadra, campeón. Por la puta escuadra’.

El martes siguiente me comunicaban mi despido por ‘razones económicas’, y dándome el máximo de finiquito posible. Acompañado de Lluissa, eso sí, nuestra eficiente comercial. ¿Recordáis ‘La torna’ de Els Joglars?

En fin, al menos me llamó ‘guapito de cara’. Gracias por el piropo.

*Lección aprendida: no cabrees a tu jefe. Y no hables mal de M. Riera, eminente abogado y mejor persona.

EL DÍA EN QUE MANEL BALCELLS QUISO HABLAR CON EL VALLÈS

Como os expondrá Roberto Giménez en sus memorias tan esperadas (para él), uno de los protagonistas entre sus enemigos será Manel Balcells. El ex regidor por ERC en el ayuntamiento de Granollers ya había protagonizado diversas batallas públicas con Revista del Vallès, que acabaron con querellas contra la revista. Aunque las querellas se archivaran, sólo con la minuta de abogados y procuradores, las ‘ocurrencias’ de Roberto le costaban un pico a la empresa. Hasta que un día ésta se hartó y el entonces presidente, el ex decano del colegio de abogados Carles Font, le dijo que o se controlaba él ante su incontinencia ‘opinativa’, o lo controlarían ellos.

Y justamente fue Manel Balcells el causante de un cisma importante: Roberto había publicado informaciones de una ‘garganta profunda’ según las cuales Balcells, entonces número dos de la conselleria de Sanitat dirigida por Marina Geli (primer tripartito), derivaba pacientes de la sanidad pública a su consulta privada para evitarles las colas de espera. Contó con la complicidad del semanario político Época, una revista de ultraderecha (del grupo Intereconomía) que estuvo encantada de dar pábulo a ese asunto.

Balcells, claro, se querelló de nuevo. Y la gota que colmó el vaso, con la querella de por medio, fue el nombramiento de Balcells como conseller de Sanitat en substitución de Geli. El tripartito se desmoronaba y se forzó un cambio de gobierno en la Generalitat. Pero la coalición estaba tan deteriorada que apenas unas semanas después, ERC abandonaba el pacto, con lo cual Balcells perdía su breve puesto.

Cisma en la empresa

Antes de ello, cuando se conoció su nombramiento, Roberto no pudo evitar sacar su odio contra Balcells (que le viene desde la niñez), y rajó a gusto. Tan a gusto se quedó, que en la reunión de la junta directiva de aquella semana, la empresa, Tarafa Editora de Publicaciones, impuso la publicación obligatoria de una editorial felicitando a Balcells por su nombramiento, como cualquier persona o institución en su sano juicio haría, ni que sea por corrección política. Ni que sea por (buena) educación.

Se instó a que fuera Roberto mismo quien rectificara. Él se negó. Así que aquella semana, la editorial del Vallès se publicó firmada por Tarafa Editora de Publicaciones. Un pulso en toda regla: la empresa desautorizaba a su director a ojos de todo el mundo. Todos en redacción sabíamos que aquello sólo podía saldarse de dos maneras: o saltaba el director, o saltaba el presidente.

Visto lo visto, toda lógica parece indicar que saltaría el director, ¿no? Pues no. Saltó el presidente. El ‘eje duro’ de la junta directiva, los mismos que han encontrado dinero para sacar ‘El Vallès del siglo XXI’, y que no lo tenían para salvar el Vallès de toda la vida, se hicieron fuertes alrededor de Roberto. Font dejaba la presidencia. Llegó Joan Catafal al mando con Xavier Quer como nuevo gerente, substituyendo a su hermano, Manel Quer.

Una vez contextualizado todo el ‘marrón’ entorno a la figura de Balcells, que provocó hasta un cambio en la presidencia, hablaré ahora del día en que el ex conseller (aunque breve, pero conseller), habló con el Vallès.

Balcells y Urdangarín

Fue a raíz del caso Urdangarín. Ya saben, el caso Noos. Resulta que estando Balcells aún como número dos de Geli, Sanitat recibió el ofrecimiento por parte de Urdangarín de organizar un congreso médico internacional en Catalunya. Geli y Balcells estudiaron la propuesta, pero finalmente la desecharon porque, literalmente ‘nos pareció demasiado caro’, dijo Balcells. Poco sabían entonces que ese ‘sobrecoste’ añadido se iba directamente (y presuntamente, todavía…) a los bolsillos del ex balonmanista del Barça.

El caso es que, como evidentemente sus nombres aparecían en los archivos del caso, tanto Geli como Balcells fueron llamados a declarar. ‘Jaume, encárgate tú, a ver si habla contigo –dijo Roberto con sorna-. Nunca ha querido hablar con la revista’.

Yo no tenía el teléfono de Balcells, ni se lo pedí a Roberto. Le busqué en las redes sociales y le encontré. Le envié un mensaje. Unas horas después me pasan una llamada: ‘Es Manel Balcells’, me dijo Lluïssa, nuestra magnífica secretaria y comercial. ‘Coño’, pensé. ‘Pásamelo’.

‘Hola Jaume, he visto tu mensaje’. ‘Sí, como puedes imaginar, me gustaría que me hablaras de la información que ha aparecido sobre tu relación con el caso Noos. Si no quieres hacer declaraciones textuales, tranquilo, no pondré palabras en tu boca, nada de entrecomillados. Pero al menos cuéntame qué ha pasado, para poder escribirlo’.

‘Naturalmente –dijo-. Yo con quien tengo un problema no es contigo. Te leo y creo que haces un buen trabajo periodístico. Y precisamente porque eres tú quien me ha pedido la información te la quiero dar. Porque estoy seguro que tú tratarás la información correctamente, y no con confidencias y cosas de esas. Yo no tengo ningún problema en que se informe sobre lo que me incumbe, pero lo otro ya es otra cosa’.

‘Tranquilo’, le contesté, ‘no pondré nada en tu boca que tú no me digas’. Y me explicó el caso: que habían tenido que ir a declarar ante el juez por la razón antes expuesta, y punto. Así lo publiqué. Y así Balcells habló, por fin, con Revista del Vallès.

*Lección aprendida: no dejes que las cuestiones personales influyan en tu tarea profesional. 

LA ‘PUTA’ DE ROSA MARTÍ

Ey, ojo, que no lo digo yo. Lo dijo un redactor de Revista del Vallès. Eran las primeras convocatorias de elecciones municipales des del restablecimiento de la democracia. Y había sólo cuatro mujeres en toda la comarca (valientes, guerreras: con dos ovarios) que se presentaban como candidatas a las alcaldías de sus municipios. Una de ellas era Rosa Martí por Parets.

La entonces política del PSC (hoy en el partido municipalista NOPP), era (y es) una mujer de armas tomar. Y claro, no le gustó mucho cuando leyó en el Vallès que la llamaban ‘puta’, literalmente, por presentarse a las elecciones. No sé quién lo escribió: era época en la que en la revista todavía había algunos que escribían bajo seudónimo (Roberto Giménez fue uno de ellos, cuando todavía era empleado de banca y se tomaba lo del Vallès como un hobby para sembrar su ideología. De hecho, hasta no hace demasiados años aún había quien escribía con seudónimo. Espero que sea él quien cuente qué seudónimos fueron los suyos…).

Pero la cuestión es que a Martí no le sentó nada bien que la llamaran puta (cosa bastante lógica, por otro lado). Así que las otras tres no, pero ella sí decidió querellarse contra el Vallès. Y naturalmente, ganó el juicio. Al Vallès le cayó un paquete en forma de indemnización que de poco no acaba con la revista. Desde entonces, Roberto Giménez tiene la teoría que ella es la mala del asunto y la apuntó en su lista negra-negrísima de enemigos-enemiguísimos.

Tanto es así, que cuando cerca de una década después se enteró que la entonces ya alcaldesa de Parets había quedado embarazada de mellizas por fecundación in vitro, le faltó tiempo para despotricar contra ella por esa manera tan anticristiana y antinatural de concebir el milagro de la vida. No sólo publicó una información que es puramente personal y que nada tiene que ver con la actividad política de Martí, sino que la juzgó, mezclando como siempre información con opinión (una cosa que ya en primero de Periodismo te explican que no se debe hacer).

Martí se volvió a querellar y volvió a meterles un puro. Y el odio de Roberto hacia ella aumentó proporcionalmente. Tanto que cuando empecé en el Vallès, como simple y raso corresponsal de Parets, me dijo que si conseguía una entrevista con Rosa Martí, me daba la portada entera.

Lo probé: Rosa es vecina, vive a escasos 50 metros de mi casa. Y aunque no la conocía mucho, cuando me la encontré en un acto, creo, le dije (la osadía del principiante), que Roberto me había dicho eso. Yo por aquel entonces todavía no sabía nada de ese enfrentamiento crónico entre ella y Roberto, así que con una sonrisa y una mirada condescendiente de ‘ay, pobre pardillo, qué sabrás tú…’, me negó amablemente la entrevista, pero me dijo que si algún día había alguna noticia que la incumbiera, que no dudara en llamarla.

Así lo hice cuando se terció: hubo un conflicto con el nuevo mosén de la parroquia de Sant Esteve de Parets, y muchos feligreses se mostraban en su contra, entre ellos Rosa. Así que la llamé, y me explicó la raíz del enfado. El cura, por cierto, sí que no quiso hablar conmigo. Roberto no me dio la portada. Pero en su texto de despedida cuando me despidieron recordó con asombro cómo conseguí que Rosa Martí, por fin, hablara con el Vallès. Por cierto, en ese texto me tildaba como que ‘ideológicamente, es un indignado’. (Pues mira que si te tengo que calificar ideológicamente a tú, pensé…)

*Lección aprendida: llamar putas a las mujeres porque se meten en política NO es periodismo. Meterse en su vida privada y encima juzgarlas, aún menos.

LA MADRE QUE ME LLORÓ AL TELÉFONO

No estoy seguro del pueblo del que se trataba, pero eso es lo de menos. El caso es que se había montado un pollastre considerable en una escuela de primaria. Si no recuerdo mal, era algo así como que hacía año y medio que esperaban unas reformas básicas, y no había forma de que la Generalitat las ejecutara. La AMPA del centro ya se había manifestado con pancartas y demás. Así que llamé a la presidenta de la asociación de padres y madres.

La mujer me atendió muy correctamente. Me contó su versión de los hechos (que naturalmente no concordaba con la versión de la administración), y cuando vio que podía hablarme en confianza, me dio una información off the record. Me pidió insistentemente que no la publicara: ‘No sabes el problema que me crearás, a mí y a toda la AMPA, si sale eso. Te lo cuento sólo para que entiendas el contexto, pero no lo publiques’. Le prometí que no haría. No pensaba hacerlo. Pero cometí un error…

Roberto, mi director, me preguntó cómo llevaba ese tema de la escuela. Y tonto de mí (eran los primeros años en la revista, era muy pardillo), se lo conté todo a mi jefe. Incluido el off the record, pero dejándole claro que aquella madre me había insistido en que aquella información era impublicable. ‘¿Cómo que no la podemos publicar?’, me espetó él. ‘Pues como que no, Roberto. Que me diga un político, o cualquier personaje público, que no publique algo, es otra cosa. Si hay que publicarlo, se publica. Pero a una persona privada no se le puede hacer eso. Además, el artículo lo firmo con mi nombre, y yo le he prometido a esa mujer que no diría nada de eso’. ‘Bueno, tú si no quieres publicarlo, no lo hagas –replicó-‘. ‘Roberto –le dije-, no se te ocurra publicar nada en tus páginas…’

En fin, que llega el viernes, día en que salía la revista. Llego a redacción, cojo el ejemplar de la semana, y antes de que pueda ni siquiera ojearlo, me avisan de que me ha llamado una mujer. Que la llame. Me dan un papel con un teléfono y un nombre: el de la madre.

Llamo: ‘Hola, soy Jaume Ribell de Revista del Vallès. Que me has llamado. ¿Qué ocurre?’. ‘¿Que qué ocurre? ¡Te dije que no lo publicaras! No, si la culpa es mía por confiar en periodistas. No tenía que haberte dicho nada’. ‘Pero vamos a ver, calma, ¿qué he publicado? Juro que no puse nada de lo que dijiste off the record’’. ‘No, no, si la noticia está muy bien, ningún problema. Es en la sección Confidencias’. Para los ajenos a la revista, las confidencias era una sección de dos breves publicados en la última página donde el director sacaba información, digamos, ‘poco contrastada’, más veces insinuando, apuntando y opinando que no informando.

Con la madre aún al teléfono, abrí la revista por la última página: efectivamente, Roberto había publicado lo que prometí que no se publicaría. La mujer empezó a sollozar: ‘Desde primera hora de la mañana que me están llamando padres de la AMPA pidiendo explicaciones. No sabes el daño que me has hecho. Ahora sí que no vamos a solucionar nada. No tuve que decir nada…’.

Le pedí mis más sinceras disculpas. Le dije que no era cosa mía, que había sido el director de la Revista. ‘Ya, pero tú se lo dijiste’. Me sentí una mierda. Una enorme mierda. Reiteré mis disculpas mientras ella empezaba a llorar abiertamente. No sabía qué decir. Le pedí perdón muchas veces, hasta que me colgó.

Me levanté de mi mesa y fui al despacho de Roberto. ‘¿Sabes quién me ha llamado, no?’. Él hizo cara de ‘no sé de qué me hablas’, aunque evidentemente lo sabía muy bien. ‘La madre del colegio, Roberto. Se me ha puesto a llorar…’. Lejos de mostrar atisbo mínimo de culpabilidad, me dijo algo así como que cuando una persona daba una información a un medio ya sabe que puede ser utilizada y publicada, y que si no, no la diera. Y de paso, me dio una lección de deontología (para los profanos: ética) periodística, y me dijo, en plan paternal, que bueno, que esperaba que hubiera aprendido la lección. Y efectivamente la aprendí: desde entonces, todos los off the records de mis fuentes se quedaron en eso: off the record.

*Lección aprendida: no te fíes ni de tu jefe. Y respeta a la gente, coño.

LECCIONES DE NO-PERIODISMO

 

Vaya por delante que esto no es ninguna vendetta ni ninguna ida de cabeza ni nada parecido. Simplemente, después del cierre de Revista del Vallès tras 73 años de historia, y puesto que su director durante casi 30 años, Roberto Giménez, publicará ‘en exclusiva’, cómo no, sus memorias en ‘La revista del Vallés del siglo XXI’, que aparecerá por la Festa Major de Granollers, de alguna manera siento la necesidad de contar mi experiencia en esa redacción.

Cuando me despidieron, hace año y medio, y después de que alguien (nadie de redacción, aviso para conspiranoicos), me avisara de que a según quién no les gustaba demasiado lo que opinaba y buscaban la excusa para largarme, pensé que era mejor callar. Sobre todo para no perjudicar a mis ex compañeros que seguían allí. Me guardé muchas cosas que ahora, con el cierre definitivo, sin finiquitos, sin indemnizaciones, declarando la quiebra, me han vuelto a flote de golpe.

Y ya que yo no puedo hablar por la longeva experiencia de Roberto Giménez, porque no viví muchas de las cosas que va a contar, sí puedo hacerlo por los más de ocho años que pasé en esa revista. Una época en la cual creo que ayudamos (entre todos) a dignificar la maltrecha imagen de este medio con tantos lectores como mala reputación. De hecho, mientras estuve allí llegamos al récord de lectores: 83.000, según datos del barómetro de la Generalitat. Para ser una revista eminentemente local, no está mal…

A partir de ahí, ya saben: la maldita crisis, el descenso de ventas, de anunciantes, tres EROs, congelación de sueldos, eliminación de pagas extra, despidos… y finalmente, la muerte.

No soy quién para contar la historia de la revista porque no soy más que uno más de los muchos (y muy buenos –en algunos casos- periodistas) que han hecho el Vallès a lo largo de tres cuartos de siglo. Pero sí estoy en mi derecho a contar  mi parte de la historia. Y porque me da la gana, diantre.

En este blog voy a ir contando historias internas de aquella redacción. El día a día. Lo que la gente, los lectores, los vecinos, los amigos y enemigos (de la revista, de Roberto, míos…), seguramente no saben.

¿Y el título del blog? Surge de cuando me despidieron. Que nadie piense que es por despecho. Jamás. La fría y corta comunicación de mi despido por parte del gerente, Xavier Quer, me cayó como agua de mayo. Necesitaba salir de ese agujero para dejar de respirar su aire viciado y nefasto. Me dieron un buen finiquito (seguramente porque saben que yo cabreado soy mal enemigo). Pero el silencio no se compra perpetuamente….

La razón, pues, del título de este blog, es que un amigo, en saber lo de mi despido, me dijo con sorna: ‘Bueno, qué, ¿has aprendido mucho de periodismo allí?’. Y yo le contesté: ‘Pues sí. Sin ironías: he aprendido todo lo que NO debo hacer si quiero ser un buen periodista’. Aquí os explicaré las razones. Prometo no dejar a nadie indiferente…